Enfrenta a diario al Presidente Andrés Manuel López Obrador, desprestigiando su gobierno, calificándolo de fallido y pidiendo su renuncia.
La comentocracia, término acuñado para designar a Periodistas que ahora se dicen perseguidos o censurados, incluye a los fanáticos de la derecha radical que utiliza la religión para manipular la ignorancia, pero al mismo tiempo invoca al diablo para que el país se desmorone entre la violencia y la confrontación intestina fomentada inclemente.
Hoy, también incluye a reporteros que obedecen consignas de sus directores, llegando a las ruedas de prensa a confrontar a López Obrador e intentar debatir si se les presenta la oportunidad, dando recetas de cómo debe comportarse el Periodista frente al poder, cuando ellos siempre lo adularon a cambio de prebendas o lo crucificaban para presionar y no perder los privilegios que los hizo amasar fortunas.
Añoran al panismo trasnochado de los Fox, los Calderón o los Moreno Valle.
O por lo menos el priismo peñista que los apapachó en grado superlativo.
El fenómeno se repite en Puebla, siendo el objetivo el Gobernador Miguel Barbosa.
La comentocracia cínica, adula, pensando que así tapa su adoración morenovallista que se extendió con Antonio Gali Fayad y buscaba perpetuarse con Martha Erika Alonso.
Parte de ella se enconcha esperando que se olvide su fervor blanquiazul, negociando con el ayuntamiento de Claudia Rivera Vivanco y el panismo que ahora los contrata descaradamente. Y se completa con los grupos que atacan sin pudor al barbosismo.
Le aterra la nueva forma de gobernar; que se hable de acabar con la corrupción e impunidad y que se investigue, sin miramientos, cientos de expedientes empanizados con estiércol.
Los archivos ya se abrieron.
La historia está fresca.
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