¿Quién aconsejó que el Ayuntamiento de Puebla se pronuncie en el sentido de que el comercio ambulante es un problema no de ahora, sino de 12 años atrás y que lo mejor es dejar de comprar su mercancía, así, no tendría razón de ser?
Deslinda al gobierno y responsabiliza a la sociedad.
Marcada equivocación hablar de 12 años.
Se ignora la historia.
En México, el comercio informal contempla por lo menos 700 años, lo que facilita la comprensión de su efecto económico sobre la pobreza, el desempleo y la forma de vivir de millones de personas, que prefieren trabajar de esa forma en lugar de convertirse en delincuentes.
En la Roma antigua, 500 años antes de Jesucristo, el comercio en las calles fue una de las principales actividades económicas que se organizó de tal manera que llegaban de otras ciudades a vender e intercambiar sus productos con el permiso del Emperador y el Senado, considerándose que la venta ambulante era una fuente importante de empleo; el trabajo de los vendedores callejeros generaba ingresos para las organizaciones formales y el gobierno; se aseguraba que la venta ambulante contribuía a mantener la ciudad limpia, segura y sociable; la actividad económica generada a través del comercio “ilegal” ayudaba al crecimiento económico y la reducción de la pobreza.
No ha cambado mucho la percepción que data de hace muchos siglos.
China permite el comercio informal, ejerciendo control.
Los reyes del mundo del comercio, los fenicios, fueron una potencia increíble.
No es con persecuciones ni extorsiones ni amenazas como se logra la organización de los practicantes de esta actividad; tampoco con el abuso de los inspectores que venden los espacios por una cuota diaria; ni confiscando la mercancía que endeuda al vendedor, confinándolo a la práctica de actividades ilegales que lo denigran, lo degradan y lo convierten en un parásito social.
Tampoco es aconsejable chantajear a las organizaciones para convertirlas en grupos de choque, castigando la desobediencia y premiando a los incondicionales. No pasa desapercibida la odisea de la “28 de Octubre” y su líder Rubén Sarabia, desde 1987, durante el gobierno del tristemente célebre Mariano Piña Olaya, persecución que continuó en las administraciones de Rafael Moreno Valle y Antonio Gali Fayad, llegando al crimen de Meztli Sarabia y enfrentamientos que, parece, no acabarán nunca.
Lo incomprensible para los comerciantes del Mercado Hidalgo es que sea el nuevo gobierno que prometió un cambio y ayuda a los pobres, el que pida a los ciudadanos dejar de consumir sus mercancías hasta llevarlos a su desaparición.
En el antiguo reino azteca se practicó el comercio de esta índole, primordialmente en la ciudad de Tenochtitlán, lugar de asentamiento de la actual Ciudad de México; porque a pesar de que los vestigios de cultura en la Cuenca de la gran urbe que es hoy, se remonta a épocas anteriores a la llegada de los aztecas, y aun cuando a su llegada el lugar ya se encontraba habitado; por tanto, ya se ejercía el intercambio de productos y objetos.
Es con la fundación de la capital del imperio azteca que el ejercicio del comercio alcanzó el grado de desarrollo que encontraron los españoles; y al mezclarse con su forma de ejercer el comercio, constituyó los antecedentes comerciales de la actual Ciudad de México.
En España, se les llama buhoneros, ejercitando el comercio ambulante, pero ordenado, aunque padeciendo problemas similares a los mexicanos.
Así que no es de hace 12 años lo que se vive en Puebla.
Hace falta más que voluntad para darle un giro a la actividad que no desaparecerá, porque es el refugio de millones de personas en busca del sustento para sobrevivir.
Es esencial un esquema de organización y la garantía de respeto, en lugar de chantajearlos y amenazarlos con desaparecerlos porque, según la autoridad y el comercio formal, compiten de manera ilegal, no pagan impuestos y enrarecen (falso) el municipio ante los ojos del turismo.
directorabcd_reflexiones@yahoo.com.mx