MIGUEL ÁNGEL GARCÍA MUÑOZ
Es complicado realizar juicios a priori en el caso de Salvador Cienfuegos.
Ni a favor ni en contra.
El asunto es paralelo al de Genaro García Luna.
Coincidentemente en el mismo tribunal en Nueva York.
Ignoro si ambas historias están engarzadas. El antecedente es que Cienfuegos también sirvió a Felipe Calderón Hinojosa.
Hay que esperar en qué se fundamentan las acusaciones; saber cómo será la defensa del General que convenza que no protegió al narcotráfico ni lavó dinero ni se enriqueció ilícitamente; así también, exigir el juicio y la aplicación de la justicia sin sesgos, sin olvidar la permanencia de la presunción de inocencia.
Hay quienes crucifican al ex Secretario de la Defensa Nacional; otros, lo limpian.
La interrogante flota en el aire. No obstante, los focos rojos están prendidos: Si la DEA intervino, no sé si con el conocimiento del Gobierno mexicano en la detención y señalamientos, algo o mucho debe saber al respecto, poniendo en predicamento a la institución con más alto grado de confianza y prestigio entre los ciudadanos mexicanos.
Si el General resulta responsable de las imputaciones, que por cierto son bastante duras, habrá que esperar una purga entre las fuerzas armadas, principalmente de todos aquellos que fueron de su grupo cercano, incluyendo a los ex Presidentes Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, erigidos como comandantes supremos y cuya tembladera, a estas alturas, se siente desde los cimientos de la nación.
Los indicios hacen suponer que caminará por ese rumbo el espinoso asunto.
Si es absuelto, habrá que hacerle una estatua y ofrecerle disculpas desde las entrañas norteamericanas.
No quiero imaginar su culpabilidad.
De confirmarse, desataría algo nunca visto en la historia moderna de México, pero no por eso las fuerzas armadas dejarían de ser un símbolo de seguridad, carácter, templanza y lealtad a la nación.
Un hombre no hace a la República ni a sus instituciones.
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