El legado de Soraya Jiménez siempre será recordada y por eso sorprendió tanto su muerte a temprana edad, ya que fue ella la primera olímpica mexicana en ganar una medalla de oro en la historia del deporte mexicano y se convirtió en un símbolo de resistencia para las mujeres mexicanas que quieren dedicarse al levantamiento de pesas.
Los Juegos Olímpicos de Sydney en el 2000 fueron el escenario en el que Soraya, sin muchos reflectores y optimismo, se coronó con la medalla más importante; luego de un desempeño muy deficiente de la Delegación Mexicana en los JO anteriores y con el tabú que implicaba que una mujer se dedicara a la halterofilia en esa época; Jiménez apenas recibió apoyo de su Federación.
Luego de sus fracasos para conseguir un entrenador del Comité, fue gracias al padre de Soraya Jiménez que comenzó a entrenar con el levantador de pesas búlgaro Georgi Koev, quien la preparó para Sydney 2000 con torneos internacionales y la exigencia máxima rumbo a su clasificación.