El discurso del Presidente Andrés Manuel López Obrador, referente a disminuir la brecha entre los que más tienen y los desamparados, además de integrar al desarrollo a campesinos e indígenas en un acto de justicia ausente desde hace centurias, fortalece la esperanza de que las palabras se conviertan en realidad, pero, al mismo tiempo, genera incredulidad.
Ser o no ser, esa es la cuestión.
En Puebla, el Gobernador Miguel Barbosa Huerta replica el mensaje esperanzador, acrecentando la espera de resultados alentadores, pero sin esfumar la duda.
Sin embargo, los estudios revelan la desigualdad asentada en América Latina, siendo la más alta del mundo.
Si por ahí hay algún despistado, hay que subrayar que México está incluido en ese rubro junto a naciones en estado de alarma como Brasil, Chile, Costa Rica, Argentina, Uruguay, Guatemala, Venezuela, Nicaragua y un largo etcétera. La desigualdad no sólo es comparativa con otros países, situándose atrás de África, sino que se saborea de manera interna. Ejemplo: Mientras entre los Tarahumaras y algunos municipios chiapanecos, oaxaqueños y poblanos hay un remarcado índice de analfabetismo, falta de trabajo, escasez de dinero para trabajar los recursos naturales y satisfacer sus mínimas necesidades, en Monterrey, Guadalajara, y Puebla capital, radica un grueso porcentaje de familias pudientes que concentran la riqueza en pocas familias.
La desigualdad es tanta que, la esperanza de vida en un Estado, comparando un extremo de otro, es de 10 años menos. No es igual vivir en la Mixteca que en la Sierra Norte de la misma entidad poblana. Hay un abismo entre el estilo de vida de Parral Chihuahua y la Sierra Tarahumara.
Hay que resaltar que esto no es reciente en el caso de México, viene desde la conquista española y se recrudeció con las Guerras de Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana. El despojo de tierras y el robo al más débil son realidades palpables.
La que fuera Rectora de la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP), Nora Lustig, actualmente Profesora de Economía en la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans, así como Directora del Instituto de Compromiso con la Equidad, refiere que “la coexistencia de gente de ascendencia europea con indígenas y afrodescendientes está en la médula del porqué no se ha podido reducir la desigualdad”.
“Todavía son vanos los intentos de inclusión”.
“Nacer en un barrio rico o pobre de Latinoamérica puede cambiar en varios años la esperanza de vida”.
La sentencia parece eterna: “Un alto nivel de desigualdad económica crea sistemas políticos que ayudan a perpetuar esa economía”. La cita es del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz.
El descontento social se ha desbordado ante el escenario tétrico.
“Hay una protesta generalizada contra los que estaban gobernado”, enfatiza Nora Lustig.
La referencia es clara al PRI y al PAN en el caso de México.
¿Habrá solución con el nuevo gobierno de la Cuarta Transformación o empeorará la distribución de la riqueza y la desigualdad?
Obligado esperar la respuesta.
Imparable es la especulación.
Los intereses políticos y económicos lo imponen.