De ninguna manera se está deshaciendo el país, como los agoreros del desastre manifiestan.
Es cierto, no es común que a 7 meses de iniciado el Gobierno de la República ya se hayan dado las dimisiones de 3 Secretarios, incluyendo a Josefina González Blanco, de la SEMARNAT. Sin embargo, esto se vislumbra como parte del camino escabroso que habrá de recorrer Andrés Manuel López Obrador, porque su arribo a Palacio Nacional no significa simplemente un “quítate tú para ponerme yo”, a la vieja usanza, sino un cambio de régimen que pisará poderosos intereses, inercias y una alta corrupción e impunidad que arrastra decenios.
Lo mismo sucederá con los Gobernadores emanados de MORENA.
Miguel Barbosa, en Puebla, está preparado para combatir a sus enemigos que lo quieren ver fuera de la administración estatal; que lo observan para magnificar cualquier error y que tienen la mira puesta en el relevo en 2024, cuando ni siquiera ha tomado posesión.
Los apologistas del panismo enmarcados en algunos medios de comunicación, ponderan todo lo que vaya en contra de Barbosa, incluyendo su convicción de servir a los poblanos e ir de la mano con las políticas de la cuarta transformación del Presidente.
Las renuncias de Carlos Manuel Urzúa Macías y Germán Martínez Cázares, a la Secretaría de Hacienda y a la dirección del Seguro Social, tienen algo en común: Hacer públicas sus renuncias con sendas cartas donde pretenden evidenciar, según su visión, la política económica de austeridad y las decisiones centralistas que han intervenido en sus funciones.
Urzúa Macías, sin que se le conozca militancia partidista alguna, pero con tendencias neoliberales, es la segunda vez que deja un cargo a López Obrador. La primera vez fue en 2003, luego de manejar 3 años las finanzas del Gobierno del Distrito Federal. En esa ocasión argumentó motivos académicos, lo que nadie creyó.
Martínez Cázares, panista de corazón, nunca se limpió las venas de “sangre azul”; no tuvo empacho en filtrar su carta de renuncia, casi por las mismas razones que Urzúa, nada más que con diferente redacción.
El Presidente López Obrador reconoció las divergencias con Urzúa y Martínez, el par de funcionarios a los que no se les regatea capacidad, pero tampoco que están sujetos a un perverso interés político y a su encono por todo lo que les incomoda que, en esta ocasión, tiene que ver con las decisiones presidenciales y su interés en un personaje que quisieran ver fuera del Gobierno: Alfonso Romo Garza, sobrino nieto de Francisco I. Madero.
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