Decir que Puebla será el laboratorio para probar la eficacia de una alianza PRI-PAN es una “mafufada”.
Desde 2010 se descaró la componenda, aunque no fue aceptada por sus protagonistas.
Rafael Moreno Valle, se encargó de fomentar la política del soborno y la traición, adueñándose del Poder Ejecutivo y de ambos Partidos. La debacle del Partido tricolor se empezó a gestar desde sus entrañas, por eso en este momento es la tercera fuerza política en el Estado y vergüenza de su militancia.
La simulación se apoderó de las entrañas del Revolucionario Institucional, gracias a las malas artes de Melquiades Morales Flores y su hijo Fernando Morales Martínez, Pablo Fernández del Campo, Silvia Tanús Osorio, Blanca Alcalá Ruiz, Víctor Manuel Giorgana, Enoé González Cabrera, José Alarcón Hernández, sólo por citar algunos nombres que gozaron con el fracaso de Javier López Zavala y Enrique Agüera Ibáñez.
El comandante en jefe, Melquiades Morales, supo levantar el brazo de sus candidatos como señal para que todos jugaran en su contra, beneficiando a su protegido Rafael, al morenovallismo y su proyecto político de mil años que se acortó dramáticamente a nueve.
Fuimos contados los Periodistas que dimos cuenta de la traición priista a sus postulados y militancia; de la danza de millones que circuló el panismo de Rafael para amarrar a sus órdenes a los Poderes Legislativo y Judicial; arrodillar a los Consejeros Electorales; doblegar la voluntad de los impolutos empresarios que le entraron a la complicidad de moches y concesiones; maniatar a la Comisión Estatal de Derechos Humanos; sujetar de los cojones a los medios de comunicación so pena de castigarlos si no lo elogiaban y cubrían sus excesos de corruptelas e impunidad; ceder, bajo contratos leoninos, obras y servicios, como el agua potable, sin que casi nadie respingara.
Fue el sexenio de la ignominia, continuado por Antonio Gali y Martha Erika Alonso, con las consecuencias que se arrastran desde la navidad de 2018.
Se llegó al crimen en Chalchihuapan, desvirtuado por el gobierno y la mayoría de medios que culparon a los habitantes de la Junta Auxiliar.
Fue la unión del PRI y el PAN fortalecido por el PANAL, Compromiso por Puebla, PRD y Movimiento Ciudadano.
Los pocos priistas que se abstuvieron de entrarle a los negocios turbios, se escondieron y callaron ante las atrocidades.
La soberbia de Marcelo García Almaguer, Fernando Alberto Crisanto Campos, Gerardo Islas Maldonado, Jorge Aguilar Chedraui, David Villanueva Lomelí, José Juan Espinosa, Eukid Castañón, Víctor Carrancá, Antonio Gali Fayad, Luis Banck Serrato, Patricia Leal, Mario Rincón, Mario, Rodrigo y Susana Riestra Piña, Juan Pablo Piña Kurczyn, era el reflejo del jefe de la pandilla Rafael Moreno Valle. Todos cobraron e hicieron fortuna en el PRI, terminando en el panismo morenovallista del que se adueñó a nivel nacional Marko Cortés.
Todos los abusos en que incurrieron, ahora se los achacan al Gobernador Miguel Barbosa, cuando apenas tiene tres meses en el cargo, denotando un cinismo brutal comparado a sus miedos a que se ensanche la cloaca en la que despacharon.
Con qué cara el jefe de prensa del PRI puede criticar a la nueva administración de MORENA, si nunca levantó la voz contra el morenovallismo.
No entiendo que Lorenzo Rivera, dirigente estatal del Revolucionario Institucional, convoque a la prensa para decir que está analizando la posibilidad de ir en alianza con el PAN, con ese panismo morenovallista liderado por la incompetente Genoveva Huerta, por el imberbe “Licenciado pirata” Jesús Giles Carmona, por el patético Francisco Fraile, por el hipócrita Pablo Rodríguez Regordosa, por el sospechoso ex Secretario de Salud Jorge Aguilar Chedraui, por un cartucho quemado que representa Ana Teresa Aranda, por los hermanos oportunistas Riestra Piña.
¿Acaso desconoce Lorenzo Rivera que esa alianza ya existía y que, en estos momentos, la mayoría de integrantes arrastran una cola de corrupción grande, tan grande que parece no tener fin?
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