REFLEXIONES
Hace unas horas la arena electoral se tiño de color priista. Así sucedió durante 7 décadas, hasta que en el año 2000 Vicente Fox Quesada alcanzó la Presidencia de México, entre sus sueños de cannabis y sorbos de coca cola, amparado en las siglas del PAN. La alternancia se empezó a vivir intensamente en la democracia mexicana pañalera, sin apartarnos que había visos de la misma desde que Ernesto Ruffo recibió la gubernatura de Baja California como un regalo de Carlos Salinas de Gortari.
A la par del foxismo empezó el declive del PRI, que lo mantiene en la tercera posición como fuerza política. Se auguró su desaparición, reforzándose el vaticinio con el triunfo de Felipe Calderón, la administración desastrosa de Enrique Peña Nieto, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador y el descenso dramático en las preferencias ciudadanas.
Contrario al anhelo de sus malquerientes, el PRI sigue vivo y parece empezar a salir de terapia intensiva, luego de ganar contundente las elecciones de Hidalgo y Coahuila, siendo significativo el logro en el Estado donde nació Francisco I. Madero, concretamente en la hacienda “El Rosario” de Parras de la Fuente. Y hay que destacarlo porque el mártir revolucionario es símbolo del gobierno de la Cuarta Transformación.
Si bien Alejandro “Alito” Moreno festejó la victoria junto con las huestes priistas, hubo los que la minimizaron o magnificaron. Ni una u otra cosa es lo sensato, pues falta mucho para hablar de una nueva reestructuración del añejo Partido o la recuperación de su grandeza que lo hizo infranqueable.
Las condiciones no son las mismas.
Ganar Hidalgo y Coahuila es destellante, pero hay que tomar en cuenta que fueron elecciones locales de Presidentes Municipales y Diputados. Lo que viene el 6 de junio próximo, es lo podría marcar el futuro.
El número de Partidos ha crecido y los intereses disímbolos pululan generando traiciones, los pactos o coaliciones más increíbles.
Sin embargo, es justo darle el crédito digno al triunfo priista en los comicios de Hidalgo y Coahuila, pues más allá de ser entidades gobernadas por Omar Fayad y Miguel Ángel Riquelme, de extracción tricolor, respectivamente, se observa la mano de “Alito” y que la gente ha volteado de nuevo a ver al Revolucionario Institucional, que no solamente ganó, sino que arrasó, poniendo en evidencia la ineptitud de Alfonso Ramírez Cuellar, líder nacional interino de MORENA, resaltando que no es lo mismo la fuerza personal del Presidente de México, que la que viven los 32 Estados que conforman la república.
La sensatez en la observancia del éxito tricolor estriba a que en realidad viene la prueba de fuego en 2021, cuando se jueguen más de 21 mil cargos de elección popular, incluyendo 15 gubernaturas. Dependiendo del resultado, entonces se podrá hablar de una verdadera recuperación del PRI o que lo sucedido en Hidalgo y Coahuila fue un simple espejismo.
Hemos dicho que si el priismo es capaz de recuperar el segundo lugar en la preferencia nacional, será un triunfo enorme, perfilándose a resurgir de sus propias cenizas.
En Puebla, tienen la oportunidad dorada Néstor Camarillo, su Comité, sus Consejeros Políticos, sus candidatos y, por supuesto, sus asesores experimentados. En las decisiones de saberla jugar bien, negociar y trabajar a fondo, está el éxito o el precipicio.
Ya veremos.