En los primeros meses de 2020, en plena ejercicio del Poder Ejecutivo, luego del proceso electoral extraordinario de 2019 y ya con la pandemia del Coronavirus encima, escribí una columna sobre Miguel Barbosa Huerta, al que llamé el GOBERNADOR RESILIENTE, pronosticando que, como fuera y sin jugarle al adivino, terminaría bien su mandato.
Falta la mitad del camino y ratifico lo escrito, sin ánimo de caer en la lisonja barata.
El Periodista crítico enfoca el análisis, el juicio razonado, no necesariamente destructivo.
Barbosa, brincó una fuerte contienda interna en MORENA en 2018 y 2019; le desaparecieron el presupuesto en el gobierno interino de Guillermo Pacheco Pulido, en obras inexistentes, en publicidad para los amigos que escogió Fernando Crisanto Campos y en abusos administrativos en la Secretaría de Finanzas y Gobernación. De 91 mil millones le dejaron 600 en las arcas.
Lo atacaban con furia por algunas expresiones coloquiales sobre el Covid-19, burlándose de su discapacidad física que él mismo reconoció.
Y, sin embargo, se ha sobrepuesto, demostrando inteligencia, que conoce los problemas sociales y políticos de del Estado de Puebla y que está dispuesto a combatir los lastres hasta el límite de sus posibilidades.
Ayer, me sorprendió durante su comparecencia en el Congreso del Estado, exponiendo su tercer informe de gobierno que, más que abundar en cifras, fue un mensaje claridoso sobre el rescate de la grandeza de Puebla, priorizando a los que menos tienen, sin descuidar el combate a la inseguridad y la delincuencia; manteniendo finanzas sanas; pagando las deudas que dejó el morenovallismo bajo el esquema de los Proyectos de Prestación de Servicios, sin destruir obras que pueden servir, pero sí adaptarlas a las necesidades, excluyendo el oropel y despilfarro. Ejemplo de esto último es la transformación del MIB en un auténtico museo que genere ingresos y desparrame cultura a nivel mundial.
Subrayó la protección al campo y educación, base del desarrollo de cualquier comunidad; no permitir concesiones leoninas, como en el transporte público, obligando a su reestructuración; promocionando el turismo como fuente de ingresos; incentivando la inversión en salud que es la base de la vida.
No fue un informe para reclamar a la federación el atraso en la entrega de participaciones, vacunas y medicinas ni achacar todos los males a las administraciones pasadas ni echar en cara a sus enemigos la trama de la conspiración. Subió a la tribuna legislativa para hablar de logros y proyectos; de alcanzar la justicia en base a las leyes; declararse lopezobradorista e impulsor de la Cuarta Transformación, pero CON RESPETO A LA LEGALIDAD CONSTITUCIONAL.
Fueron muchas las veces que se escucharon los aplausos salidos desde las curules divididas por acrílico por aquello de la sana distancia, más cuando resaltó que Puebla está considerada una de las entidades ejemplares en el control de la peste mundial y del avance a la lucha contra los criminales de toda laya.
No fue un discurso de números, de esos que marean insertados en el documento oficial entregado a la cámara, sino de la realidad que vive el Estado, de lo que hay y lo que puede venir sin despilfarros ni privilegios grotescos.
Vi a un Miguel Barbosa Huerta adaptado a las situaciones adversas.
Observé a un Gobernador resiliente, descifrado en la entereza, los desafíos y la aceptación de la sociedad, a pesar de que siempre existirá el grave riesgo de resultados negativos.