Después de dos meses de “campaña”, por fin el próximo domingo 1 de junio será la elección para renovar -en su primera fase- el Poder Judicial en México. Nos dijeron que el ejercicio terminará con la corrupción que se ha enquistado en el sistema, sin embargo, esa es la gran duda de muchas y muchos mexicanos ¿En verdad van a purificar el Poder Judicial sin que los nuevos integrantes caigan en los vicios de los salientes? Pues para despejar la duda lo que ahora procede es ir a votar.
No hay fecha que no llegue y plazo que no se cumpla y después de 60 días de una debilucha campaña por “candidatos” que casi nadie conoció, los electores se siguen preguntando: ¿quiénes son los candidatos? Y ya ni mencionar la compleja y larguísima forma de votar.
Hay estudios y encuestas serias con resultados que coinciden con los sondeos simples y sencillos. La similitud radica en detectar que la sociedad tiene un desconocimiento absoluto de qué es lo que se va a elegir el próximo fin de semana.
Los mismos referentes sociales han permitido detectar que el pueblo de México tiene un analfabetismo jurídico bárbaro, pues desconoce el trabajo que realiza un juez, un magistrado o bien, un ministro. Hay experiencias de algunos candidatos que dijeron que durante su campaña recibieron solicitudes de los electores para que les pavimentaran una calle o les colocaran luminarias. ¿Qué, qué?
Pese a la explicación que los mismos aspirantes a ocupar un cargo judicial dieron en el sentido de que un juez, magistrado o ministro no hace obras, sino que coadyuba en la impartición de justicia; al final la gente insistía en que necesitaban servicios en sus comunidades, barrios y colonias. Tal botón refleja que el pueblo de México solamente conoce un tipo de campañas y son las que nos han enseñado los políticos en donde regalan gorras, playeras, sombrillas y un montón de promesas que incumplen.
De cara a la elección inédita del próximo domingo, hay otros indicadores de autoridades electorales que reportan cifras alegres relacionadas con la potencial participación ciudadana, pues pese al desconocimiento que se ha detectado, sostienen que se alcanzarán niveles de hasta el 20%.
Otros datos los tienen los sectores más críticos y algunos centrados, pues opinan que los niveles de participación no llegarán a los dos dígitos, pues hablan de máximo 9%. Y justo ese elemento les preocupa. Siendo realista, cualquier índice de votación menor al 45% es desalentador.
Mientras tanto desde la academia, algunos analistas, tienen otro enfoque de lo que vamos a vivir el próximo fin de semana. Al preguntarles sobre la legitimidad que tendrán estas elecciones con los bajos niveles de participación, sostienen que eso es lo de menos, ya que no debe perderse el espíritu de la elección y que está centrada en el combate a la corrupción que ha podrido al Sistema Judicial de nuestro México.
Además sostienen que esta elección sí tendrá legitimidad, pues es una iniciativa que respalda la presidenta Claudia Sheinbaum cuyos niveles de aprobación pública y respaldo social superan el 80%.
Sobre la abstención o la baja participación que pudiera registrar el ejercicio, los mismos opinólogos sostienen que no significa un fracaso, pues el desinterés social no significa que la gente no quiera el cambio de jueces, magistrados o ministros. Lo que debe entenderse es que simplemente no les apasiona, pero eso no significa que avalen al sistema corrupto de justicia que impera en el país.
Aunque se ha dicho que esta elección ya está decidida y que quienes ganen son parte de otro sistema igualmente corrupto, lo cierto es que las y los ciudadanos -por responsabilidad cívica y democrática- debemos acudir a votar para en su momento tengamos elementos para reclamar por lo incumplido, si ese fuera el caso.
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