Dr. Julián Germán Molina Carrillo[1]
La geopolítica es determinante en las relaciones de un país con otro, infinidad de factores de muy diversa índole condiciona el que ese trato entre Estados alcance rasgos de verdadera equidad o continúe en el tenor de las asimetrías y los endémicos anhelos bien intencionados.
No bastan idioma, religión ni costumbres similares para derribar barreras infecundas ni prejuicios recíprocos. Es imperativo pasar de las relaciones gubernamentales a la correlación entre naciones, y de ésta a las disposiciones, sensibilidades, formas, expresiones e intereses afines, mediante la planeación conjunta de intercambios que hagan menos quiméricas las relaciones entre los pueblos, cuya agenda necesita rebasar, para la cabal puesta en práctica de su soberanía, lo meramente político y económico.
Establecer la agenda bilateral de trabajo entre México y dos de los países más poderosos del mundo como son USA y Rusia, no es cosa menor, sobre todo porque si bien dicen que el fondo es forma, hay que ver como fue que tras la llamada telefónica entre AMLO y Biden, la siguiente fue a Putín.
Mientras que con el primero se trató principalmente el tema migratorio, con el segundo se concretó la compra de 24 millones de dosis de la vacuna rusa Sputnik V contra el COVID-9, así como una invitación entre ambos mandatarios a visitar sus respectivos países en ocasión del 130 aniversario del establecimiento de las relaciones bilaterales.
Ahora, la cuestión aquí es vislumbrar que en primera instancia el papel de México en el ámbito internacional debe ser otro al que se manejó con el último gobierno priísta, donde Peña Nieto no jugó un papel preponderante, incluso llegando a la pena ajena con la escena que compartió con Obama y Trudeau en su visita a Ottawa para la Cumbre de Líderes de América del Norte.
Asimismo, se debe tener en cuenta que el mensaje que subyace es que AMLO si bien tuvo que hablar con Biden, bien puede hacerlo con Putin, equilibrando así la balanza diplomática.
Por otra parte, hay que tener presente que la relación entre México y Estados Unidos ha tenido una muy larga historia de desencuentros, producto del expansionismo y emergencia imperialista estadounidense, así como de la resistencia y búsqueda de afirmación propia de la nación mexicana, pues en efecto, ser vecino de un Estado que proclamaba el derecho de tutelaje sobre todo un continente ciertamente fue un incentivo bastante eficaz para elaborar una doctrina de política exterior defensiva. Los principios de autodeterminación e igualdad jurídica de los Estados son, en buena medida, una reacción a la Doctrina Monroe. por lo que esta relación con Rusia significa una gran oportunidad para la diversificación comercial y, sobre todo, ampliar el enfoque geopolítico de nuestro país.
[1] Director general del Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla, A. C.