En mi primera experiencia como como secretario de desarrollo rural del estado de Puebla, poblano e ingeniero agrónomo, fui para la gente un gran funcionario. Se les atendía bien y se les daba al menos parte de lo que pedían. Se quedaba bien con todos. Todos éramos felices.
Sin embargo, en mi evaluación personal, autocritica siempre, fui una nulidad de servidor público y aseguro que lo fui también para mi jefe. Pero más allá, fui una nulidad para Puebla de no ser porque en ese periodo iniciamos los Programas del Bambú, el Agave Mezcalero, la Agricultura por Contrato, la Agricultura Familiar, la Pitahaya y la Agricultura de Conservación. Ya antes habíamos propuesto el programa regional de Praderas para el ganado y obras para la Conservación del agua en la Mixteca a un gobierno del que no fui parte.
Comprobé que cuando solo se atiende la demanda y los deseos de la población uno queda muy bien. Se vuelve uno muy popular. Pero quedar bien nunca debe ser un objetivo. Hay que hacer lo que deba hacerse. Cuando no se identifican, diferencian y atienden las necesidades reales, las administraciones son un fracaso. No son lo mismo deseos que necesidades. Más grave es cuando, creyendo que uno es sabio, impone caprichos sin escuchar a los que de verdad saben.
Cuando la vida me dio otra oportunidad de ser secretario, ya con una estrategia que con satisfacción veo que se ha mantenido y con un presupuesto para el campo poblano que no se ha vuelto a ver desde el 2010, reorientamos las decisiones y dijimos no en donde se requería hacerlo. Apoyamos la Integración y Desarrollo de cadenas productivas, seguridad alimentaria a través de la agricultura familiar y conservación de los recursos naturales como resultado de la planeación democrática en donde los beneficiarios participaron. Todo esto está contenido en el libro Puebla, una estrategia de atención al campo, y está disponible para todos en www.jimenezmerino.com.mx
Siempre escuché que deseaban mejores precios para las cosechas, créditos baratos o sin intereses, gasolina y diésel baratos, que no subiera el dólar y muchas cosas que no dependían del gobierno. No podemos influir en los precios, pero si podemos ayudar para que bajen los costos de producción. Buscaban apoyos de semillas, fertilizantes, herramientas de trabajo y apoyos económicos para sus actividades. Pocas veces pidieron capacitación y asesoría, servicios técnicos, maquinaria e infraestructura que solos no podían obtener. Y aseguro que el gobierno hace mal lo que ellos hacen mejor, pero no hace lo que los productores realmente necesitan.
La pobreza ha sido nuestro mayor problema y no se ha resuelto en los últimos 25 años. Se ha contenido con apoyos asistenciales y programas sociales, pero no ha variado sustantivamente.
El COVID, según estimaciones de expertos, ha provocado en México un incremento de 10 millones de pobres y un retroceso en la economía de casi 10 años.
Las cifras del COVID en México al 9 de enero del 2021 indican que hay 1 millón 507 mil 931 casos confirmados y 132 mil 069 muertos. Hay un repunte de la pandemia con tendencia a crecer en enero; hay entidades federativas en semáforo rojo y saturación de hospitales que no tienen ni camas ni medicamentos para atender a los enfermos.
No obstante esta situación tan crítica, vemos que las prioridades del ejecutivo federal, enmarcadas en la segunda etapa de la cuarta transformación, son la eliminación de los organismos gubernamentales autónomos con el argumento de seguir ahorrando, como ocurrió con más de 100 fideicomisos que otorgaban apoyos y facilitaban la atención a sectores como la ciencia y tecnología, agua, cultura, cambio climático y desastres naturales.
Lo urgente es la atención a la salud de los mexicanos y para ello se requiere del redireccionamiento de recursos de manera inmediata. Refinerías, aeropuertos y trenes mayas pueden esperar hasta después de haber asegurado la salud de la gente, principio y fin de la razón de ser de un gobierno.
Lamentablemente, un país pobre polarizado, dividido en buenos y malos por quien debería unirlo, se hace más pobre por políticas equivocadas o ausentes, por una ambición desmedida a concentrar las decisiones nacionales, a eliminar los contrapesos indispensables en las democracias y por el desmantelamiento de instituciones que costó mucho construir.
Urgente también es garantizar la alimentación de la población que en buena parte se logra con las transferencias personales que hoy tienen como nunca una clara orientación a crear una base electoral permanente. Esta tentación que no es exclusiva de este régimen, se destaca porque hoy es más marcada y no se acompaña con políticas para atender lo importante como es el fomento productivo, el segundo piso del desarrollo.
Los apoyos asistenciales sin fomento productivo son inútiles porque cuando ya no se tienen, la gente no sabe qué hacer. Son necesarios, pero no suficientes, y nadie en su sano juicio quiere quitarlos.
Lo que se requiere, es complementar con verdaderas políticas para el desarrollo. Atender la salud y unir a los mexicanos es una gran urgencia. Pero, los diferentes resultaron peores.