Miguel Ángel Cuenya Mateos, profesor de tiempo completo del Programa de Estudios Históricos, del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP, escribió en la revista Desacatos, número 32, enero/abril de 2010, las “Reflexiones en Torno a la Pandemia de Influenza de 1918. El Caso de la Ciudad de Puebla”.
La famosa influenza o gripe española se presentó en Puebla de octubre a diciembre de ese año. Algunos datos de aquella época, hace 102 años, son muy similares a la pandemia de coronavirus. Juzgue el lector el contenido.
-La influenza es una enfermedad muy antigua cuyo nombre deriva del latín “influencia”, utilizado en el siglo XV para hacer referencia a aquellas enfermedades atribuidas al influjo de las estrellas y planetas.
-Las cifras de muertos es la siguiente: La India habría perdido 18.5 millones de personas, China 4 millones, Indonesia 1.5 millones, el sudeste de Asia 1.6 millones, Brasil 180 mil, México 300 mil, Estados Unidos 675 mil.
-Durante el tiempo que duró la epidemia en la ciudad, unos 70 días aproximadamente, ocasionó de acuerdo con los registros del Panteón Municipal, un total de mil 828 defunciones, 30.8% del total acaecido en el año, que fue de 5 mil 932.
-En la cifra no están contemplados los entierros realizados en el cementerio La Piedad, sobre los cuales no hay información y representan 15 % del total de inhumaciones realizadas, lo que haría ascender el números de fallecidos a 2 mil 101. Es muy probable que muchos casos hayan quedado ocultos bajo la sombra de otras enfermedades como tuberculosis, pulmonía o alguna dolencia gastrointestinal.
-La influenza atacó primordialmente a adultos jóvenes en edad productiva de 15 a 35 años y trastocó la vida en la ciudad.
-Se constituyó una Junta de Sanidad, presidida por un funcionario federal, el médico Luis G. Unda, en la que también participaba un representante del Gobierno del Estado y otro del Ayuntamiento de la ciudad.
POCO PODÍA HACER LA JUNTA
-Ante la difícil situación económica, poco podía hacer la Junta para evitar el contagio, salvo ordenar el cierre de sitios de concentración pública (cines, teatros, plaza de toros, iglesias). Se nombraron inspectores sanitarios para que recorrieran las principales calles de la ciudad controlando que los bandos municipales referentes a limpieza e higiene se cumplieran, al tiempo que se fijaban avisos públicos con recomendaciones, tanto para evitar contraer la influenza como para tratar la enfermedad.
-Las recomendaciones sanitarias en boga en los principales países europeos se adaptaron a las circunstancias locales. Se trataba de proteger a la población, de mantenerla sana y alejada del peligro pandémico.
-Gran parte de la ciudad carecía todavía de banquetas y la mayor parte de las calles no estaba empedrada; el sistema de abastecimiento de agua potable era deficiente, además de las aguas sulfurosas que abundaban en la zona poniente del centro urbano contaminaban en muchas ocasiones los conductos del agua potable.
-Los drenajes, en su mayoría construidos a cielo abierto, arrastraban basura e inmundicias hacia el río de San Francisco, agudizando aún más las condiciones de insalubridad reinantes.
-La modernidad porfiriana beneficiaba a las élites que habitaban suntuosas casonas del centro.
-Existía el problema del hacinamiento en los sectores populares. En barrios y en el centro de la ciudad había saturación de las viviendas. Las condiciones de salubridad eran más graves, familias enteras cohabitaban en pequeños y húmedos cuartos sin ventanas, con piso de tierra y letrinas compartidas.
-Pese a la publicación en la prensa de la pandemia en Estados Unidos y otros países, las autoridades federales y estatales no tomaron ninguna medida preventiva.
-El primer entierro registrado en Puebla causado por el virus gripal se realizó el 10 de octubre, pero pasó casi inadvertido. Siete días más tarde las defunciones ocasionadas por la enfermedad comenzaron a aumentar. Entre el 28 de octubre y el 5 de noviembre, en sólo nueve días, la gripe envió al Panteón Municipal a mil 58 personas.
-A partir de ese momento comenzó a disminuir paulatinamente, hasta que fue perdiendo virulencia y entró en la etapa de extinción a partir del 20 de noviembre. Todavía en el mes de diciembre se detectaron algunos casos de defunciones por gripe. El último ocurrió el 27 de diciembre, día en que una niña de nombre Manuela González, de 3 años de edad, fue enterrada en el Panteón Municipal después de haber padecido una afección gripal.
95 MIL HABITANTES EN PUEBLA CAPITAL
-De 1911 a 1920, la ciudad mantuvo una población estable de 95 mil habitantes.
-Ante la gravedad de la situación, los gobiernos estatal y municipal autorizaron a organizaciones privadas a colaborar en la asistencia de los más necesitados.
-Surgió la Comisión Central de Caridad, que agrupó en su seno a la Unión Popular de Puebla para la Acción Social, las Cámaras Unidas de Puebla (de Comercio, de Agricultura, de Propietarios, de Industria Textil y de Industrias Varias), la Acción Católica de la Juventud Mexicana, las Asociaciones de Damas Católicas, de Caridad y de San Vicente de Paul, la delegación de la Cruz Roja Mexicana y los cónsules de varios países en Puebla, así como estudiantes del Colegio del Estado.
-La Comisión Central de Caridad instaló puestos de socorro y puso al servicio de la población un hospital particular, el del Sagrado Corazón.
-La situación se veía complicada por la lucha por el control del gobierno de la ciudad, los problemas económicos y el proceso electoral para renovar a las autoridades municipales, que se realizaría a comienzos de 1919.
LAS MEDIDAS FEDERALES
Otro estudio, denominado “El Otoño de 1918: las Repercusiones de la Pandemia de Gripe en la Ciudad de México”, muestra las disposiciones recomendadas de las autoridades. Se asemejan mucho a las que han hecho en varios países en la actual pandemia del coronavirus.
Fue elaborado por Lourdes Márquez Morfín, con Posgrado de Antropología Física de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y por América Molina del Villar del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social del Distrito Federal. También se publicaron en la revista Desacatos.
El Departamento de Salubridad giró la siguiente orden a los ayuntamientos de las ciudades:
-En las localidades con enfermos de influenza se procederá a la clausura de todos los centros de reunión: cines, teatros, clubes, escuelas, cantinas, pulquerías. Las autoridades militares serán las encargadas de aislar a los enfermos.
-Suspensión del tráfico en las calles de las 11 p.m. a las 4 a.m. Se castigará a los infractores con una multa de 5.00 pesos. En esas horas se llevará a cabo el aseo de las calles precedido del riego.
-Los que cuidan a los enfermos deben usar tapones de algodón en las ventanas de la nariz, además se recomienda usar soluciones de creolina al 5 %, ácido fénico al 3 % o solución de sublimado al 1 % para desinfectar las manos.
-A los atacados por la pandemia se aconseja el uso de la quinina a la dosis de 0.75 a 1 gramo, para los adultos y de 0.15 a 0.25 para los niños.
En la prensa de la época, circularon notas para prevenir la epidemia, se ordenaba fumigar con ácido sulfuroso o vapores de formalina las habitaciones en donde hubieren estado los enfermos. Los pañuelos usados por éstos debían sumergirse en soluciones de creolina o ácido fénico o con agua hirviendo.
Se recomendaba no utilizar los vasos, cubiertos ni servilletas de los enfermos y no acostarse en su lecho. Se prohibía visitar a los enfermos y a los familiares.
En la higiene personal se recomendaba asear la boca dos veces al día con agua oxigenada o solución de ácido fénico, así como desinfectar la nariz con mezclas de ácido bórico, mentol y vaselina líquida.
Para aquellos que no podían acudir al médico, se recomendaba el uso de la quinina con un poco de vino. Finalmente, se daban dos últimas recomendaciones: Evitar todos los excesos que puedan debilitar el organismo y evitar exponerse a los enfriamientos.
El Departamento de Salubridad emitió una serie de prescripciones y advertencias para la curación del terrible mal, así como para preservarse de él.
Entre las medidas destacaban los impresos en los que se recomendaba no saludar estrechando la mano. Algunas casas comerciales y despachos comenzaron a colgar letreros que decían: “¡No dé usted la mano!”.
En el periódico también se enlistaron algunos procedimientos para combatir la influenza:
1. La influenza es un mal que se propaga en las aglomeraciones, por lo que evite estar en cines, teatros y lugares de reunión mal ventilados.
2. Sofoque sus estornudos y su tos con un pañuelo.
3. Todas las naciones civilizadas tienen leyes prohibiendo escupir el suelo. Obsérvelas, por algo han sido promulgadas.
4. El saludo, entre hombres, dando la mano y entre mujeres con el beso, es un modo muy eficaz de transmitir el microbio. Adopte un saludo higiénico.
5. Su nariz, no su boca, sirve para respirar. ¡Úsela! Veinte inspiraciones profundas al día le darán salud.
6. Ventile las habitaciones, evite excesos y haga ejercicios tres horas a la semana para destruir los gérmenes.
En fin, como dice un poema de autor desconocido:
Ni en Ia tumba este casado,
logró descanso tener,
pues, por su amor menguado,
al pobre lo han enterrado
al Iado de su mujer.
raultorress@hotmail.com