Habrá quienes digan que nada hay que entrelace esos momentos que enlutó hogares y destrozó el sentimiento social.
La insensibilidad sugiere que el terremoto del 19 de septiembre de 1985, que inició a las 7:19 horas, no tiene ninguna conectividad con el incidente del 3 de mayo de 2021, cuando a las 22.20 se fue a pique una “Ballena” del Metro de la Línea 12 Dorada Mixcoac-Tláhuac.
El número de muertos y heridos, así como los daños materiales, también son distantes entre sí.
Dirán que no hay coincidencia entre los primeros rayos solares de hace 36 años y las sombras de la noche de hace 8 días que enmarcaron los fatídicos momentos.
Los instantes son totalmente diferentes en cuanto a la reacción de la fuerza impredecible de la naturaleza y la corrupción humana, pero similares en el comportamiento irresponsable y hasta despectivo del Presidente de la República hacia las familias dañadas y difuntos, exacerbando el ánimo ciudadano de todo el país.
Por supuesto que es deplorable querer sacar raja política de la desgracia, pero igual de detestable es no acudir al llamado del pueblo, como si la simple indemnización a las familias afectadas aliviara el dolor y quedara saldado el precio de una vida.
Los políticos deben entender que la gente requiere solidaridad y observar la preocupación de la autoridad que juró representarlos, factores que superan la actitud oportunista de tomarse una foto, repartir culpas o eximir a otros de las mismas.
En 1985, Miguel de la Madrid encabezaba un gobierno marcado por duras medidas económicas de austeridad, cuando un terremoto estremeció las entrañas de México, dejando un saldo oficial de 6 mil muertos que, fuentes extraoficiales, elevaron a 30 mil.
Mientras la población civil se lanzó a las calles a salvar vidas; regalar víveres; rescatar con vida a sepultados; oler de cerca la muerte de familiares y de personas que nunca había visto en su vida; soltar el llanto incontrolable ante el simple panorama de observar una ciudad medio destruida, de la Madrid tardó horas en reaccionar, prohibiendo la participación del Ejército en labores de rescate y rechazando la ayuda internacional.
Rehuyó acercarse a los mexicanos que gobernaba, hasta que sus colaboradores cercanos le hicieron ver su error.
Sus órdenes contrastaron totalmente con la reacción ciudadana inédita e inesperada. No era para menos, a pesar de que en esos momentos la gente no sabía que habían caído 700 edificios, entre ellos el emblemático hotel Regis y las instalaciones de Televisa.
El gobierno de Miguel de la Madrid fue criticado duramente por sus obras endebles, rechazando que hubiera corrupción y fallas en la planeación y construcción, intentando limpiar a funcionarios cercanos.
Para colmo, tres años después, junto con Manuel Bartlett Díaz, fue centro de la polémica por aquella famosa “caída” del sistema que originó la leyenda del fraude electoral que llevaría a la presidencia a Carlos Salinas de Gortari, quien supuestamente habría perdido ante Cuauhtémoc Cárdenas. De esto fueron testigos Andrés Manuel López Obrador y Porfirio Muñoz Ledo, entre otros que salieron indignados del PRI para crear el PRD.
La ciudadanía nunca le perdonó La indiferencia a de la Madrid ni su confabulación con la trampa electoral que reconocería años después, poco antes de morir.
El 3 de mayo de 2021, hace 8 días, le tocó el turno a López Obrador. Repito, no en la dimensión de 1985, pero sí en una tragedia de 23 muertos, decenas de heridos y la negación de que hubiera corrupción en la construcción de la Línea 12 Dorada del Metro, que de presupuestarse en 17 mil millones de pesos, se elevó a 45 mil millones, con 11 mil fallas detectadas que llevaron a la suspensión del servicio en 2014, cobrando ahora los errores y corrupción.
El Presidente Andrés Manuel López Obrador, no quiso ir al escenario del desastre, argumentando que le parecía hipócrita y que eso era de los de antes, soslayando la atención obligada a las familias que ya viven en el desamparo y que no dudan en señalar el desprecio gubernamental en pleno proceso electoral y a tres semanas de ir a las urnas.
No se admite la responsabilidad o irresponsabilidad de Marcelo Ebrard, Jefe de Gobierno del Distrito Federal (2006-2012) ni de Mario Delgado, entonces Secretario de Finanzas, avalando el sobrecosto de la obra; tampoco se acepta llamar a cuentas a Enrique Horcasitas, ex Director del STC, quien fue inhabilitado y sancionado, pero extrañamente perdonado, por eso asegura que este asunto es cosa juzgada.
Pareciera que se impide a Claudia Sheinbaum llegar hasta las últimas consecuencias, sin olvidar lo que pueden aportar Miguel Ángel Mancera, el ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa y el empresario Carlos Slim, presentes en la fastuosa inauguración de la Línea Dorada.
¿No habrá repercusiones el 6 de junio?
Siendo realistas, el pueblo no manda, como tristemente se quiere hacer creer. Si eso fuera cierto, en una sociedad verdaderamente democrática, otro gallo cantaría.
Eso sí, el pueblo no olvida en momentos cruciales en que también ronda el fantasma de un fraude electoral, aparejado al desprestigio del INE, del TRIFE, Partidos y candidatos, que se ha cultivado de manera grotesca.