MIGUEL ÁNGEL GARCÍA MUÑOZ
La empresaria y activista política originaria de Huamantla, Tlaxcala, Dulce María Silva Hernández, ha dado la cara porque las cosas cambien en el país; no se oculta y va a la par de la llamada Cuarta Transformación, enriqueciendo sus cualidades con una virtud: La lealtad, consistente en el cumplimiento de lo que exigen las normas de fidelidad, honor y gratitud.
Hay que agregar su altruismo, mediante su fundación “Dulce Silva”, que no está en duda; data de hace años, encaminado a la inclusión y acercamiento a los sectores vulnerables, creando redes de apoyo a las mujeres de Tlaxcala, sobresaliendo en este sentido la campaña de prevención de cáncer de mama y la atención a mujeres víctimas de trata. Ella misma enfrentó una dura batalla contra la enfermedad y la venció, fortaleciendo su espíritu y deseos de servir.
Nadie le puede regatear su aspiración de gobernar Tlaxcala.
Silva Hernández, es atacada por sus enemigos, muchos de ellos auspiciados a escondidas por Lorena Cuellar, resaltando su corta trayectoria en materia política, pero lo que no dicen es que ella no militó en el PRI ni fue Senadora por el PRD, PT y Movimiento Ciudadano ni esperó a ver el tsunami de MORENA, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, para entonces adherirse abiertamente al Movimiento de Regeneración Nacional, como lo hizo Lorena hasta 2018.
Los negativos de Dulce Silva, que sus detractores se ufanan en destacar, se transforman en positivos, porque nunca burló su proclividad por MORENA, tan es así que, cuando nadie quería competir por el Partido de López Obrador, ella nunca eludió postularse en 2015, compitiendo por la Alcaldía de Huamantla. Y no obstante que perdió la elección, dejó constancia de su trabajo y de que no iba a renunciar al instituto político que le abrió la puerta y con el que simpatiza desde 2006.
Lo expuesto ha ido a la par de su lealtad a López Obrador, antes y ahora. Este hecho palpable fue el factor principal de que en 2016, el entonces Gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle Rosas, la persiguiera inventándole un delito, convirtiéndola en presa política. Esto no se puede ocultar, como tampoco que fue puesta en libertad, limpia de todo cargo.
Parte de ese morenovallismo, que sobrevive embozado, arremete descalificando sin sustento a Dulce María. Pareciera que Lorena Cuellar es parte de la ignominiosa pandilla que buscó ser dueña de Puebla por siempre.
Muchos menos hay razón en minimizar sus esfuerzos altruistas a través de su Fundación “Dulce Silva”, que ha respaldado a gente pobre durante varios años, lejos del oportunismo con que aparecen organizaciones en tiempos electorales.
Por supuesto que -reitero- son legítimas sus aspiraciones de ser candidata de MORENA y está lista a la auscultación interna.
Su lujoso casamiento con César Yáñez es pecata minuta; no pesa para buscar eliminarla de la competencia interna ni de la jornada electoral en Tlaxcala, donde estarán en juego, además de la gubernatura, 60 presidencias municipales; 299 juntas municipales, concejales, presidencias de comunidad; 15 diputaciones de mayoría relativa; diez diputaciones de representación proporcional; 60 sindicaturas y 350 regidurías.
Dulce María Silva Hernández, es una empresaria progresista que nada tiene que ver con movimientos de los conservadores; es conocida ampliamente por el morenismo y querida en la tierra de Xicoténcatl, precisamente porque saben que se la rifó sin pestañear desde los tiempos enteramente difíciles y que no le ha pasado por la cabeza la traición ni afiliarse a otro Partido por el hecho de que las decisiones no le favorezcan. Esto, no lo pueden presumir muchos.