¿Cómo? eso es imposible: el mar le dio vida a nuestro planeta hace aproximadamente 4,000 millones de años. Justo ahí comenzó todo, y a partir de ahí se desarrolló la vida en todas partes. Los océanos ocupan más del 70 por ciento de la superficie terrestre, producen el 50 por ciento del oxígeno que hay en nuestra atmósfera (incluso más que bosques y selvas) al producir el vapor de agua necesario para extraer oxígeno y generar precipitaciones, absorben al año el 30 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono que produce el ser humano, son una de las principales reservas de biodiversidad con más de 250 mil especies descritas (aún falta conocer dos tercios de especies marinas del mundo), regulan el clima y hacen que la Tierra sea habitable para la humanidad.
Aún más, los mares conectan, sostienen y apoyan a todos los seres humanos y son clave para la economía: pesca, acuicultura, turismo y la extracción de recursos naturales fundamentales para alimentación, medicinas, combustibles y energía.
Pero los humanos hemos obviado su importancia y los hemos condenado, en muy poco tiempo, a graves amenazas como el calentamiento global, la acidificación, la contaminación por plásticos y la sobrepesca. Para proteger los mares y garantizar su sostenibilidad, se necesitan intervenciones urgentes y acciones multilaterales. De su conservación dependerá nuestra viabilidad como especie que habita en este planeta azul. Dos iniciativas de conservación de los mares.
La primera apunta a los arrecifes de coral, cuyo deterioro es tal que “es muy posible que, dentro de dos generaciones, los acuarios sean el único lugar donde los niños podrán presenciar el milagro de colores y vida que ofrecen estas estructuras subacuáticas”. Por ello, desde el 2011 se está poniendo en práctica y perfeccionando ininterrumpidamente un método de restauración de los ecosistemas de arrecifes de coral de forma reproducible y a bajo costo. El método, bautizado como MARRS (Mars Assisted Reef Restoration System o Sistema de Restauración de Arrecifes Asistido por parte de la empresa Mars -y liderado por la marca Sheba-), consiste en la instalación de una malla continua de «arañas de coral» (estructuras de acero con revestimiento de arena a las que se han unido fragmentos de coral vivo), que ayudan a recubrir y recuperar tramos del arrecife. El resultado es uno de los ecosistemas de arrecifes de coral restaurados más grandes del mundo, así como un programa de restablecimiento activo que se extiende a lo largo de dos comunidades de islas en el sur de Sulawesi (Indonesia) y en una tercera ubicación junto a la isla de Bali.La segunda gran iniciativa es la sustitución del aceite de pescado por aceite de algas marinas.
La demanda mundial de pescado para obtener su aceite (principalmente detonada por la industria de suplementos dietéticos (25%) y nutricionales (65%), ha aumentado de 1.5 millones de toneladas en el año 2000, a 3 millones de toneladas en el 2020. Esto ha generado que el 75 por ciento de las poblaciones de peces en todo el mundo estén explotadas al máximo, especialmente aquellos peces ricos en aceites como el arenque, el bacalao y la sardina. Adicionalmente, la pesca de arrastre, una de las principales técnicas utilizadas para obtener este tipo de peces, causa la muerte de un 10 por ciento de peces y crustáceos adicionales que no se utilizan en la industria.
Las investigaciones que están salvando a los peces ricos en ácidos grasos omega 3A raíz de investigaciones internacionales ampliamente difundidas, se tienen establecidos los beneficios nutricionales en humanos y animales del EPA y el DHA, dos tipos de ácidos grasos omega 3 que habían provenido principalmente de los aceites de pescado graso. Sin embargo, investigaciones más recientes demostraron que los peces no sintetizan el DHA y el EPA y que más bien lo obtienen de las microalgas. De aquí que las investigaciones más actuales se hayan trasladado a la obtención de estos aceites gracias al cultivo y manipulación de este tipo de microorganismos unicelulares.
Así, la producción de microalgas que generan aceite por fermentación es un proceso fascinante que comienza con la selección de las cepas adecuadas (las más comunes son Chlorella y Spirulina), cultivadas en condiciones controladas en tanques de fermentación o biorreactores los cuales proporcionan un ambiente óptimo para que estos microorganismos contengan nutrientes como nitrógeno, fósforo y carbono. Al alcanzar su fase de crecimiento óptimo, se cosechan y extraen de ellos el aceite. Una vez extraído, se somete a procesos de refinamiento para eliminar impurezas y mejorar su calidad. El aceite resultante se puede utilizar en una variedad de aplicaciones que van desde suplementos dietéticos y alimentos funcionales hasta productos cosméticos, farmacéuticos y biocombustibles.
Empresas como Royal Canin están restringiendo su impacto en los limitados recursos oceánicos al sustituir paulatinamente el aceite de pescado por el de algas en sus productos secos formulados para el nacimiento y primera etapa de gatos y perros. Los estudios realizados por esta empresa en ambas especies indican que el aceite de algas es digerible y biodisponible, lo que significa que deriva correctamente en el torrente sanguíneo con niveles que facilitarán el manejo de inflamación de piel, movilidad, neurodesarrollo, cognición y, afecciones cardiacas.
Dado que el DHA se ha convertido en el nutriente fundamental para el nacimiento y desarrollo óptimos y el aceite de algas suele contener un mayor porcentaje de DHA, la transición de un aceite al otro en la nutrición animal es un paso importante a favor de la sostenibilidad de los océanos. Iniciativas que se enfoquen en la conservación y sostenibilidad son el camino para que sigamos siendo “el planeta azul” ahora y en las siguientes generaciones.