Después del desastre electoral que todavía alucina la oposición en Morena y la cuarta transformación, ahora su embate estriba en tratar de crear la percepción de que la presidenta electa será una marioneta en manos de Andrés Manuel López Obrador.
Su perversidad no les permite asimilar que Claudia Sheinbaum tiene personalidad propia, carácter, preparación y talento digno de reconocimiento.
Sheinbaum, antes de rendir protesta, es ya una figura histórica por ser la primera presidenta, algo impensable desde que en 1824 México adoptó la figura de la república como método de gobierno.
Sus detractores le conceden apenas un ápice del beneficio de la duda, mientras que 36 millones de mexicanos que le dieron su voto, confían en que Claudia Sheinbaum Pardo cumplirá sus promesas de campaña que podrían resumirse en un país de libertades y bienestar; proyecciones firmes en materia de seguridad pública que reditúe en una nación en paz y tranquilidad ciudadana; respeto mutuo con Estados Unidos; nula permisión a la corrupción e impunidad.
Es cierto, habrá continuación a lo que inició López Obrador y respeto a su figura, porque esa es la forma de consolidar un proyecto renovador total de sistema político mexicano, pero eso no significa estar al servicio del que se va.
Son 40 millones de personas que no votaron; sin embargo, tienen encendida la luz de esperanza por un futuro promisorio.
Si hubiera que repasar la historia de las que se conocen como las tres primeras transformaciones, apenas un puñado de presidentes han sido rehenes de sus predecesores: Antonio López de Santa Anna, lo hizo en 1943 con su padrino Valentín Canalizo; Porfirio Díaz, en 1880, con su compadre Manuel González; Álvaro Obregón, en 1924, con Plutarco Elías Calles, quien a su vez mandó a matar a Obregón y después hizo su voluntad de 1928 a 1934 al nombrar a 4 presidentes en Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo Rodríguez y “El Chamaco” Lázaro Cárdenas del Río, quien finalmente decidió exiliar al “Jefe Máximo de la Revolución” en 1936.
Los tiempos convulsos de guerras civiles en México terminaron con Cárdenas y con ello la frase famosa de “aquí vive el presidente, pero el que manda vive allá enfrente”.
Si somos estrictos, en 54 años de vida del PRI, apenas un presidente quiso reelegirse abiertamente, Miguel Alemán Valdés (1946-1952). Al verse imposibilitado, ordenó ser propuesto para recibir el Premio Nobel de la Paz y como tampoco pudo, quiso imponer a su subordinado Fernando Casas Alemán, quien era regente del Distrito Federal.
De los demás se han dicho muchas cosas, pocas demostrables en la realidad, empezando por Manuel Ávila Camacho, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador.
Ninguno fue manipulado por su predecesor.
¿Por qué habría de ser diferente?
Los que ahora gritan, sin pruebas, de que viene la dictadura, el comunismo y el acabose de las libertades, son llevados por sus pasiones y la frustración de haber perdido prebendas y la elección reciente del 2 de junio.
Nunca acusaron con índice de fuego al PRI de populista ni demagogo ni de imponer a sus candidatos ni de comunista. Fue hasta la película “La Ley de Herodes” que se acuñó la frase de “La Dictadura Perfecta”, avisando la culminación de la hegemonía priista que hoy agoniza.
Dejemos gobernar a Claudia Sheinbaum Pardo que, creo, lo hará con capacidad, lejos de la incondicionalidad.
Ya iremos hablando.
POSDATA: Cuando digo estrictamente que el PRI gobernó el país 54 años, no es figuración, es la verdad, porque Plutarco Elías Calles creó el PNR y Lázaro Cárdenas el PRM. Se parecen, pero no es lo mismo que el Partido Revolucionario Institucional fundado en 1946, naciendo primeramente el PAN de Manuel Gómez Morín, en 1939.
directorabcd_reflexiones@yahoo.com.mx
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