Alberto Jiménez Merino
El mundo avanza en la dirección equivocada para acabar con el hambre en 2030. La pandemia COVID19, la crisis climática y el conflicto Ucrania-Rusia han impedido avanzar hacia el cumplimiento del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS2), según el Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y Nutricional 2022, publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
De acuerdo con la FAO, el hambre y la inseguridad alimentaria en América Latina y el Caribe, afecta a 131 millones de personas, las cuales se han incrementado desde 2014, alcanzando su nivel más alto durante la pandemia COVID19; pero el sobrepeso y la obesidad también han aumentado en las últimas dos décadas
La misma fuente indica, que la prevalencia del hambre en la región aumentó de 5.8, en 2015, a 8.6 por ciento en 2021 y, aun siendo menor al promedio mundial de 9:8 por ciento en 2021, la proporción de personas que padecieron hambre durante la pandemia fue mayor que el incremento a nivel mundial; en la región hubo un incremento del 28 contra el 23 por ciento a nivel mundial. Las mujeres, niños y niñas fueron los y las más afectadas.
No existe peor condición humana que aquella en la que no hay capacidad para acceder a los alimentos como acurre a 33 millones de mexicanos que padecen algún grado de inseguridad alimentaria debido al aumento de los precios, de acuerdo con Uberto Salgado Nieto, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), INFOBAE 2022.
El panorama alimentario mexicano es complicado porque la sequía ya lleva casi 4 años, estimándose que será nuevamente crítica para este 2023 en el que, los precios de los alimentos siguen elevados. Esta situación lleva a la disminución de siembras, reducción de rendimientos, a la pérdida de ganado y a una consecuente disminución de la producción de alimentos, lo que ha ocasionado un aumento significativo de las importaciones.
Actualmente, los precios de los alimentos se dispararon y la inflación anualizada ha superado más del 8 por ciento. La tortilla está por arriba de los 20 pesos kilogramo y el bolillo entre 3 y 5 pesos por el alza en el trigo. La migración de mexicanos hacia Estados Unidos se estima como la más alta de todos los años, a juzgar por las detenciones en la frontera que se calculan cercanas a 900 mil al final del año 2022.
Entre las primeras enseñanzas de mi padre recuerdo que un día me dijo; “vamos a sembrar maíz, frijol y calabaza asociados, porque si hay buenas lluvias tendremos cosecha de los tres cultivos y si hay sequía por lo menos tendremos calabaza y frijol”. Más tarde supe que esta es la Milpa Mexicana, un modelo agrícola ancestral, base de la alimentación de las familias campesinas.
Y, conforme con mis clases de economía agrícola, la mejor medicina contra la inflación y la disponibilidad de alimentos es la producción local. Sin producción es imposible lograr la seguridad alimentaria de las familias campesinas y producir excedentes para el resto de la población. Y si no hay lluvia y apoyos para producir, la gente no tiene alimentos ni oportunidades de desarrollo y entonces emigra o con mayor frecuencia se incorpora a actividades delictivas.
Por eso, seguiremos insistiendo ante los distintos órdenes de gobierno en la necesidad de crear programas y proyectos de apoyo a la Agricultura Familiar a través de sistemas productivos como la Milpa Mexicana, que por siglos ha mostrado las bondades de la asociación de los cultivos básicos en la alimentación de los mexicanos, por su capacidad de adaptación ante las condiciones climáticas.
El gobierno federal, a través de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) destinará este 2023 un total de 16 mil millones de pesos (MDP) para fertilizantes, en beneficio de 2 millones de campesinos. Solo falta el apoyo para semillas de calidad y asesoría técnica que, mediante un esfuerzo de los estados y municipios, podrían lograrse grandes impactos productivos. En Yeloixtlahuaca, en el estado de Puebla, Leonel Barragán Reyes ha demostrado como la milpa (maíz- frijol – calabaza), duplica los ingresos por hectárea.
Los suelos agrícolas mexicanos se encuentran en grave deterioro por erosión, pérdida de fertilidad, reducción de su capacidad para retener humedad y niveles de materia orgánica cercanos a 1 por ciento cuando deberían tener 3 e idealmente 5 por ciento. La adopción de biofertilizantes y prácticas agroecologías a través de la Agricultura de Conservación, es inaplazable. Con esta práctica, productores de sorgo de la Mixteca Poblana, pasaron de 4 toneladas por hectárea, en el 2000, a 9.5 en 2010.
En tanto que, en la ganadería, sus principales problemas son la falta de alimento durante la época de secas, baja calidad genética y escasa infraestructura para el manejo pecuario. Necesitamos acciones de tecnificación básica de la ganadería con praderas, cultivos forrajeros y conservación de forrajes, abasto de agua, manejo reproductivo, sombra para el ganado y mejores prácticas pecuarias para una mayor productividad.
En los últimos 70 años hemos perdido más de la mitad del agua disponible por cada mexicano. De 11 mil metros cúbicos por habitante al año, en 1950, pasamos a 3 mil 692 en la actualidad. Para el 2030 se estima que se reducirá a 3 mil 500 metros cúbicos. Asimismo, se requieren programas de desazolve de jagueyes, construcción de represas, recarga de acuíferos, tratamiento y reúso de aguas residuales y tecnificación del riego agrícola.
De igual forma, hemos perdido más del 90 por ciento de la pesca ribereña de ríos y mares, en los océanos se han sacado ya la mayoría de las grandes especies. El deterioro de ríos y mares sigue avanzando. La pesca incontrolada practicada con artes inadecuadas, ha reducido la actividad como opción económica para las propias familias ribereñas. Requerimos acciones de recuperación de la pesca ribereña
Ante esta situación, en materia de Seguridad Alimentaria se requiere menos discurso y más acciones.