Atlas y su castigo
tú y tu yo ficticio
yo y mi fatídico destino.
Marionetas de trozos. Abel Pérez Rojas.
Tengo claro que en gran medida no somos lo que verdaderamente somos o fuimos, sino lo que reconstruimos con pasajes de la realidad.
Reconstruimos el presente y también el pasado.
Lo más seguro es que también el futuro será una reconstrucción de piezas sueltas, aunque cuando es presente se trata de una realidad holística imposible de registrar a plenitud.
La integridad de la realidad es una utopía con acervo rico por explorar.
Recontemos.
Contemos.
Volvamos a contar.
Si retrocedemos en el tiempo veremos que recordamos solo ciertos capítulos con muchas lagunas y muchísimas reconstrucciones de nuestra vida, piezas que son eso: re/construcciones: lo que se construye o levanta una vez más.
Si retrocedemos en nuestra vida, nos vemos en la necesidad de reproducir y, como bien lo dijo Maurice Halbwachs:
Reproducir no es volver a encontrar: es más bien reconstruir.
Con todo esto, vivimos creyendo que el pasado fue de tal manera, y como lo creemos profundamente, nos marcó en cierta dirección, así, actuamos reproduciendo y prolongando el fatídico destino, porque nos asumimos el resultado de la suma de cada uno de los pasajes que llevamos a cuestas. Atlas cargando la bóveda celeste.
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Hace poco concedí una entrevista para el periódico argentino La Gaceta. El brillante escritor Roberto Espinosa me formuló una simple pregunta en torno a cómo fueron mis primeros contactos con la poesía.
Sin dudar y con el agradecimiento que se siente cuando alguien nos cuestiona algo que nos orilla a recuperar de nuestra memoria archivos con telaraña, respondí, entre otras cosas lo siguiente:
Aún recuerdo que cuando era niño se quemó una librería de la ciudad y, si no mal recuerdo, algunos de los escombros y restos de libros quemados fueron arrojados en un terreno baldío cerca de mi casa. Recuerdo que entre los escombros uno de mis hermanos rescató un libro de poemas titulado El declamador sin maestro, de Homero de Portugal. Sus páginas con olor a ceniza conformaron nuestro primer poemario de cabecera. (Hay poesía en los átomos, en la lluvia, en la traición, el amor, el futuro y el pasado. La Gaceta. Roberto Espinosa. Abril, 2023).
Resulta que, en efecto, sí se quemó una librería en Tehuacán a principios de la década de los años setenta, al parecer yo tenía entre cinco y seis años cuando eso sucedió, pero El declamador sin maestro de Homero de Portugal no llegó a mi casa producto indirecto del siniestro.
A mi hermano Miguel Ángel le prestaron el poemario al cual me refiero y por accidente el ejemplar cayó en un bote de pintura color vino, lo cual provocó un efecto de envejecimiento y que las páginas se pegaran.
Lo anterior lo supe, porque para poder escribir este artículo quise corroborar la información y acudí a mi hermano Miguel Ángel, quien es mayor que yo y además tiene una memoria privilegiada, pues recuerda mucho del pasado con fecha y nombre de los actores.
Después de enterarme lo que les platico, ahora dudo de ese recuerdo vivo en el cual remuevo cenizas de libros a la orilla del Canal, un arroyo cercano a la casa familiar que conducía agua proveniente de la presa de Valsequillo.
Y dudo, porque mi hermano de memoria más privilegiada no recuerda haber visto alguna vez dichos escombros como yo digo.
El poemario que marcó mi infancia sí estuvo en mi hogar, pero no llegó como yo creí que había sido.
Reconstruí un pasaje pequeño de mi pasado con piezas sueltas que a casi medio siglo parecían embonar muy bien.
Seguramente —lo mismo que sucedió con el pasaje del primer poemario en casa—, aplicará para muchos de mis recuerdos: nada es completamente cierto o, dicho de otra manera, soy fruto de verdades a medias.
¡Vaya entuerto, muchas de mis convicciones, de mi idiosincrasia, están cimentadas en verdades a medias o mentiras de buena fe!
Lo mismo que pasa con nuestros recuerdos sucede con nuestros conocimientos.
Creemos saber muchas cosas, pero en realidad no las sabemos, lo que acumuladamente va edificando la ignorancia secundaria, sí, aquella que se refiere a quien cree saber, pero en realidad no sabe.
A todo esto sumemos que la historia la escriben los vencedores y que la educación está manipulada por el sistema para no ser liberadora.
Me cimbra entender que somos trozos de memoria, lagunas de saber, parcelas de conocimiento, fichas del efecto dominó, marionetas de trozos.
Abel Pérez Rojas (abelpr5@hotmail.com) es escritor y educador permanente. Dirige: Sabersinfin.com