*Crónica con motivo de una temporada de fin de año que no se realizó
Por Raúl Torres Salmerón
Hace algún tiempo que la Plaza México informó que la temporada 2022-2023 no se realizará debido a una suspensión definitiva que otorgó un Juez contra las corridas de toros en la capital del país. En un comunicado, indicó que han presentado todos los recursos pertinentes para defender la tauromaquia. Sin embargo, los jueces no le han dado la razón a la Plaza México.
La resolución fue del Juzgado Primero de Distrito en Materia Administrativa de la Ciudad de México, ordenó suspender definitivamente las corridas de toros en la monumental Plaza México, la más grande del mundo.
Sólo si el amparo es revocado, la plaza podrá abrir pero no se podrán realizan corridas de toros, hasta que el Poder Judicial Federal determine la constitucionalidad del Reglamento Taurino, lo que ha tardado ya varios meses.
La determinación judicial no abarca a otros estados del país dónde podrían continuar realizándose las corridas. En México se han prohibido las celebraciones de corridas de toros en los estados de Sonora, Guerrero y Coahuila y han sido declaradas como un bien cultural y material en Aguascalientes, Tlaxcala, Hidalgo, Querétaro, Zacatecas, Michoacán y Guanajuato.
Puebla Capital se ha librado de esta prohibición impulsada por MORENA. En noviembre pasado los llamados animalistas o protectores de animales, lograron mediante un amparo cancelar las corridas en San Martín Texmelucan, pero se organizaron en Tlaxcala. En agosto lograron cancelar las corridas programadas en Zacatlán.
Existe una propuesta para prohibir las corridas de toros y las peleas de gallos en el Estado de Puebla presentada el 23 de junio de 2022 por la Diputada Local del PAN, Guadalupe Leal Rodríguez, que ha sido rechazada por el Congreso del estado.
Por todo lo anterior vale la pena reproducir una crónica de José Cueli García, titulada Qué Tiempos Aquellos, que recuerda las temporadas de fin y principio de año en la Monumental Plaza México. Se publicó el 30 de diciembre.
Cueli es un Psicoanalista, Escritor y colaborador del diario La Jornada, además de ser Profesor en la Facultad de Psicología de la UNAM y autor de varios libros. Este es el texto:
En la piel de la Plaza México, ese viejo coso encantado, aún parece palpitar con ritmo del tiempo de Manolete, el reverso de su ruedo. Detrás de él se esconden estrechas, retorcidas y enlazadas, verónicas y chicuelinas de la afiligranada fantasía mexicana que duerme el eterno sueño de las leyendas lejanas de Lorenzo Garza y Silverio Pérez y El Calesero. La época de Armillita y Carlos Arruza, maestros en la lidia aquí y en España.
Reverso del ruedo empinado y angosto, silencioso y cincuentón, de rincones oscuros y siniestros, de paredes sicológicas tan justas que sólo dejan ver jirones del cielo azul mexicano y en el errar aborregado de sus nubes, líricamente luminoso que alumbró el toreo de la mitad del siglo pasado y lo que va de éste llenó de emociones a los aficionados con desconocidos ritmos de alegría y pasión y la mágica armonía de la luz y el color que le dejó Manolo Martínez, el ídolo indiscutible del inmueble.
Embrujador encanto de la Plaza México que guarda celoso su ruedo. El espíritu de los tiempos pasados y presentes aprisionado en la espalda de su arena que hacen surgir por las noches medrosos contornos fantasmales, evocadores del caminar único a los toros de Manzanares, la hondura de Paco Camino, la locura de El Cordobés, la elegancia aristocrática de Antonio Ordóñez y en la temporada que terminó la sequedad castellana de Joselito o el ondular de palmeras de Enrique Ponce y la bravura de El Zotoluco, y en medio de todo ello las broncas inenarrables del gitano Rafael de Paula.
Este viejo y silencioso ruedo marcado por las huellas de miles de pezuñas de toros y el correr de las mulillas al arrastrarlos a la carnicería, forjadoras de la cálida imaginación de los cabales y que este domingo sin toros aparecen y que el tiempo y las imágenes incluidas las dos reales, envolvieron en hechizados ropajes de olés, encanto y tradición.
En la quietud bruja de la noche, que recibe la primavera ilumina la espalda del ruedo con claridad de poesía y misterio y conserva inasibles e inatrapables los amores de los toreros y los que se dieron en los tendidos en los aficionados, enlazados a los capotes brujos. Ante la magia hechicera de tantas horas de leyenda, el ser parece despojarse de los lazos y las imágenes modernas televisivas de la vida actual y en su lugar cree ajustarse a los romances y lírica torera que quizás existieron o sólo fueron fantasías.
Viven a la luz del ruedo mientras el viejo reloj lejano en las alturas mueve las manecillas, lento y grave y dice al espíritu consejas de hechicería y misterio y teje la historia del coso con hilos encantados, incluidas las cornadas y muertes y el correr de sangre que le dio brillante color alumbradora.
En el ruedo, el tiempo parece dormido bajo el peso de los que se quedaron en su orilla, a pesar de faenas espléndidas de los hijos de los grandes –Capetillo, Solórzano, Caleseros– y nunca llegaron a la cima, pero palpitan en sus rincones, en su cueva esmaltada de claveles arrojados por el mujerío. El espíritu del toreo renace en los domingos sin toros, con todo el esplendor y poesía en el reverso de su perceptivo ruedo que se queda, se quedó encantado con la lírica del toreo.
Hasta aquí la crónica de José Cueli. Olé gigante por su escrito.
En fin, como escribió Gonzalo Ramos Aranda en su poema Monumental Plaza de Toros México
¡Plaza México señores!
rindámosle sus honores;
toneladas de cemento,
monolito, monumento.
El hormigón su estructura,
arena, ruedo de altura,
que profundos sus cimientos
me invaden los sentimientos.
raultorress@hotmail.com