El efecto espejo, en psicología, puede generar la sensación de identificación de nuestra personalidad con otra persona.
Esto es lo que me sucede al narrar la historia de una infamia fallida contra mi papá Ángel García López, entre 1974-1975, en las instalaciones de El Sol de Puebla.
En 1959, Aarón Merino Fernández fue nombrado gobernador de Quintana Roo y tras los buenos resultados entregados al presidente Adolfo López Mateos, fue designado mandatario interino de Puebla, siendo elegido Ángel García como subjefe de prensa. Al mismo tiempo era reportero de El Sol de Puebla, empresa de la que se convertiría, a inicios de los años 70, en director y consejero del gobernador Gonzalo Bautista O’Farrill, siempre con el respaldo del coronel José García Valseca, dueño de la cadena nacional de periódicos, antecedente de la Organización Editorial Mexicana.
Llegaron los tiempos convulsos y mi papá pasó a ocupar la jefatura de deportes, pero con poco margen de maniobra, al grado de que sus entrevistas con los presidentes de Argentina Juan Domingo Perón y de Uruguay Juan María Bordaberry tuvo que publicarlas casi a escondidas en la sección deportiva, a sabiendas de que habría sanciones.
En esa época, entre 1972 y 1975, un grupo de empresarios eran dueños del equipo de fútbol Puebla, uno de ellos Emilio Maurer Espinosa; la dirección técnica estaba a cargo del famoso Ignacio Trelles Campos.
García López, conocido por sus duras críticas, su carácter recio y su fama de insobornable, lanzó unas cuantas columnas que detallaban el pésimo trabajo de Trelles que tenían al Puebla en los últimos lugares. Al mismo tiempo, yo era jugador de las reservas camoteras, entrenando en los campos del Alpha 3 bajo las órdenes del “Gordo” Francisco González Gatica.
La amistad que habían conservado durante años Maurer y mi papá se vino abajo, cuando Emilio fue comisionado para hablar con él y pedirle que le bajara de tono a las críticas del técnico que dirigió a la selección mexicana en los mundiales de Chile en 1962 e Inglaterra en 1966.
Ángel, se mantuvo en su postura, porque nada cambiaba la mediocridad del Puebla. Entonces Maurer optó por la calumnia escribiendo una carta dirigida al director regional Antonio García Quevedo, acusando al director de deportes de estarlo chantajeando a cambio de no criticar al Puebla, poniendo como testigo al propio “Gordo” González Gatica, quien también se hizo amigo de mi papá al verlo jugar con el equipo de segunda división profesional La Concepción de don Carlos Merino.
Fue un escándalo en El Sol de Puebla.
García Quevedo decidió suspender a García López mientras se hacían las investigaciones, pero con la condición de no despedirlo si se mantenía de pie junto al elevador del primer piso durante 8 horas diarias hasta que se tomara una decisión.
Nunca se doblegó Ángel García en 3 meses de pesadilla.
Algunos de sus compañeros le dejaron de hablar porque sentían que les quemaba su amistad; otros, se burlaban; algunos más nunca le retiraron el saludo y le mostraron su respeto, eran los menos.
En ese lapso, Emilio Maurer me dijo que yo decidiera: “Te quedas con tu papá o te vas con el Puebla”. Escuchaba González Gatica.
Mi respuesta fue rápida; no había nada que pensar: “Me quedo con mi papá”.
Se frustró mi carrera de futbolista profesional a un año de escalar el peldaño.
No me arrepiento en lo absoluto.
Algo sucedió en la conciencia de González Gatica 90 días después.
Llegó solo a El Sol de Puebla con otra carta en mano para entregarla al director regional. La tomó García Quevedo y ordenó regresar a sus actividades a García López. “Disculpa, Ángel, se tenía que aclarar”.
Ya en la oficina de mi papá, el “Gordo” derramó lágrimas de arrepentimiento. “Perdóname, Ángel; obedecí órdenes de Emilio, pero ya no pude más”.
Ángel García López demostró la entereza que siempre lo acompañó; el carácter duro; su formación disciplinada junto al entonces mayor Raúl Velasco de Santiago y que la verdad siempre aplasta a la mentira.
Fue una de tantas experiencias que me dejó conocer a profundidad a mi papá.
Me veo reflejado en su imagen y en su actuación periodística disciplinada, formación que adopté de manera empírica desde niño corriendo en los pasillos de El Sol y La Voz de Puebla, porque entonces no había escuelas de comunicación y menos de periodismo.
Les espanta a los mediocres el carácter fuerte, la disciplina y la rebeldía ante la injusticia. Es lo que argumentan cuando se quejan, inventando historias fantasmagóricas, infamias, mentiras aberrantes. Es lo que les queda ante su evidente incapacidad y orfandad de valor civil y moral.
POSDATA: Emilio Maurer, el “Ave Negra de las Tempestades”, vive todavía.
POSDATA 2: Descanse en paz don Francisco González Gatica.
POSDATA 3: Gracias, papá, don Ángel García López. Estás con Dios.
POSDATA 4: ¡Ah…! La añoranza es enorme por mis papás Ángel e Isaura.
POSDATA 5: Nadie soy para juzgarlos; me quedo con lo mejor de ellos y sigo aprendiendo lo que no se debe hacer cuando ya el sol empieza a languidecer.

RELATO DE UNA INFAMIA FALLIDA
