Revisando mis archivos de julio de 2018, justo de la jornada de la elección y los días posteriores, hay fotografías donde aparece Miguel Barbosa Huerta acompañado de José Juan Espinosa, Nancy de la Sierra, Claudia Rivera Vivanco, entre otras caras conocidas. En esos momentos dieron la impresión que les dolía en verdad la derrota ante el morenovallismo que cobijaba a Martha Erika Alonso Hidalgo. Su postura adoptada era parte de una gran farsa. Su sonrisa contrastaba con la pesadumbre del de Zinacatepec.
Hay que recordar que Barbosa declaró que impugnaría los comicios y demostraría el fraude. Rechazó un cargo en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y dijo que se quedaría a luchar hasta lo último. No sabía que algunos que se decían sus aliados iban por sus propios intereses, no por simpatía y menos amor político por Miguel.
Fernando Manzanilla y Enrique Cárdenas, se hicieron a un lado. De cualquier forma les convenía el triunfo de Martha Erika. El primero, no dejaba ni ha dejado de ser cuñado de Rafael Moreno Valle Rosas y había sido asesor de José Antonio Gali Fayad; el segundo, fue una de las cartas del primero en la selección del candidato de MORENA que ganó Barbosa. No sería difícil realizar acuerdos con la nueva Gobernadora.
Por su parte, José Juan Espinosa Torres, jugaba sus cartas haciéndola de espía en el hotel MM donde fue localizado un laboratorio electoral dirigido por Eukid Castañón Herrera. JJ tuvo también como su gallo al ex Rector de la UDLA.
Éramos contados los Periodistas y medios de comunicación que aportábamos comentarios en notas y columnas sobre la posibilidad del chanchullo. Era inimaginable que habiendo ganado todo MORENA con la ola pejista, el gobierno se hubiera quedado en manos del PAN. Algo grueso se había fabricado y los cómplices sobraban, empezando por todos los Consejeros electorales.
La mayoría de comunicadores saboreaban el alargue de privilegios con el morenovallismo.
Los políticos de profesión que luchaban por demostrar que los comicios fueron un manjar de mapaches, pidiendo que el Tribunal Electoral del Poder Superior de la Federación fallara a favor de anular la elección y realizara una extraordinaria, no lo hacían por Barbosa, sino por la ambición del poder. Estaban seguros que sería otro el candidato.
La decisión es conocida, así como la compra de conciencias entre los Magistrados.
Luego, llegaría el fatídico 24 de diciembre, perdiendo la vida Rafael y Martha Erika, así como tres personas más en el helicopterazo en terrenos de Coronango. ¡Una desgracia!, por el lado que se le vea.
Los nuevos comicios se avecinaban; sacaron el cobre los supuestos “admiradores” de Barbosa que nunca lo fueron. La pelea interna por elegir al candidato morenista fue cruenta. La decisión fue tomada: Sería Miguel Barbosa y ganó, derrotando a Enrique Cárdenas, quien apenas había juntado 24 mil firmas para ir como independiente, pero que rebasó los 500 mil votos de la mano del PAN, de Manzanilla, José Juan Espinosa, Violeta Lagunes y del morenovallismo que se resistía a renunciar al manejo de los hilos del Estado. Vaya, hasta Guillermo Pacheco Pulido terminó volteándose.
Los mismos que no querían a Barbosa como candidato, son los que ahora están buscando una revocación de mandato; son los que atacan con furia sus decisiones e iniciativas; son los que quisieran que la pandemia del Coronavirus contagie y mate a miles de poblanos para culparlo; son los que han deseado que enferme y fallezca.
La fórmula macabra es similar a la que utilizan el FRENAAA y el BOA a nivel nacional para tumbar al Presidente López Obrador.
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