Por: Diego Santacruz
Huésped de mansiones mexicanas o departamentos de Miami, ha de ser un suplicio para el soberbio Emilio Lozoya Austin verse reducido a una celda del Reclusorio Norte, que si bien puede ser VIP, al estilo del Abogado pillo Juan Collado, le ha pegado en el orgullo al delincuente confeso de cuello blanco acostumbrado a la impunidad.
A Lozoya le fue concedido un mes más para entregar pruebas contra “peces gordos” que le ordenaron recibir sobornos de Odebrecht, moches para comprar Agronitrogenados, repartir dinero entre funcionarios y legisladores que aprobaron la reforma energética peñista. Solamente así podrá hacer válido el criterio de oportunidad de testigo protegido, sin que esto indique quedar exento de pagar por los delitos que se le imputan por lavado de dinero, cohecho y delincuencia organizada.
Es un delincuente confeso y, al parecer, no tiene pruebas que avalen sus dichos desde hace 15 meses que fue extraditado y tratado con pompa y jabón, apenas con un grillete de seguridad que no le impedía ir a comer a restaurantes de lujo, reuniones con amigos y celebrar su cumpleaños, siempre acompañado de guardaespaldas.
La petición de la Fiscalía General de la República de darle prisión preventiva fue escuchada por un juez y de nada valieron los argumentos de los Abogados de Lozoya. El peligro de que pudiera fugarse, a pesar de que ya se había fugado anteriormente, fue la causa para ingresarlo luego de su comparecencia en los juzgados del Reclusorio.
Fue un balde de agua fría que dejó helado a Lozoya Austin, pero también es un golpe al gobierno de la llamada Cuarta Transformación, porque el teatro se cae a pedazos entre acusaciones falsas, sin documentos, sin pruebas fehacientes de que él únicamente fue un títere.
Un legislador gris de apellido Lavalle, es el único chivo expiatorio en este drama político que ha sido encarcelado, igualmente, sin pruebas.
Solamente acusaciones contundentes contra Luis Videgaray y Enrique Peña Nieto, jefes superiores a Lozoya, pueden otorgarle el beneficio del criterio de oportunidad que, por otra parte, nadie sabe quién se lo redactó para que lo firmara.
La estrella de la película que puede demostrar que la corrupción e impunidad imperó al menos en el sexenio anterior, se empieza a apagar con consecuencias funestas.
El caso es similar al Aeropuerto de Texcoco, del que se presumió estaba hecho en base al beneficio de empresarios y políticos corruptos, lo que sería demostrado. Sin embargo, hasta el momento, no hay uno solo que cargue con esa marca tan publicitada grotescamente.