Redacción Diario ABC Puebla
Hoy, se cumplen 98 años del asesinato de Doroteo Arango Arámbula. Y si bien en junio pasado se conmemoró el 143 aniversario de su natalicio en la Coyotada, municipio de la San Juan del Río, Durango, depositándose un arreglo floral en la estatua al Centauro del Norte localizada en la Plaza de la Revolución de la Ciudad de México, sigue latente la deuda histórica con el célebre Pancho Villa.
De los héroes de la Revolución Mexicana, quizá los dos hombres reconocidos por su lealtad, lucha legítima por sus ideales y que nunca añoraron el poder presidencial, fueron Pancho Villa y Emiliano Zapata, pero sólo éste último fue considerado para colocar su nombre en letras de oro en el Congreso de la Unión.
Ha bastado con llevar sus restos, excepto su cabeza que nunca apareció, al Monumento a la Revolución.
Chihuahua es el único Estado donde se le rinden homenajes, llevan su nombres las calles y escuelas y cuentan sus historias los descendientes del sensible duranguense que llegó a derramar lágrimas por Francisco I. Madero y Abraham González.
Es en esa entidad que gobernó un mes, del 8 de diciembre de 1913, al 7 de enero de 2014, donde reside el ejemplo de lo que se debe hacer con el presupuesto si necesidad de supervisión ni auditorías. Es el único Gobernador en la historia de México que ha construido, en 30 días, 50 escuelas y confiscó bienes a los hacendados para distribuirlos a los pobres. Su preocupación por la educación de la niñez y mitigar su hambre la pudo atestiguar, en su momento, el Secretario de Educación, José Vasconcelos.
Junto con Madero reconoció en vida la valentía, inteligencia y hombría del General Felipe Ángeles.
Villa, estaba seguro que México crecería a potencia mundial si hacía de la educación su principal herramienta.
¡No se equivocó!
Quizá esto no guste, porque la ignorancia es uno de los principales negocios de la política.
O posiblemente no se le rinda culto por la invasión a Columbus, no se vayan a enojar los Estados Unidos.
Pareciera que homenajearlo representa una afrenta a Álvaro Obregón, quien supo que Villa había hecho una alianza con Adolfo de la Huerta, mandándolo a acribillar en Parral.
Hablar del hombre y la leyenda no alcanza en un pequeño espacio, apenas destacar un par de virtudes que superan sus yerros.