El ex baterista de la banda Timbiriche camina desparpajado por las calles de Tamaulipas.
Nada parece inmutarlo.
Las historias truculentas protagonizadas por el crimen organizado no le espantan.
Ni los levantones ni las amenazas ni la violencia desatada lo arredran.
La misión de Maximiliano Cortázar es sobornar a los Periodistas que pueden hacer un frente común en defensa del Gobernador Francisco Cabeza de Vaca de los embates de la federación, alentados por el Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Su operación es la misma: Cargar con maletines llenos de dinero, plantarse en la dirección de diferentes medios y negociar.
Hay que hablar bien del mandatario; decir que es un perseguido político; que no ha robado y sólo debe el teléfono y la luz; que el dinero del erario ha sido respetado y que el Gobierno de López Obrador lo ha abandonado en la lucha contra el narco.
Sus clientes deben asegurar en sus editoriales y columnas que el pretendido desafuero es una chingadera del tamaño del mundo.
¿Cómo le hará para frenar a la próxima legislatura tamaulipeca que dominará MORENA?
¿También se prestarán los Diputados al soborno a cambio de no aplastar a Cabeza de Vaca?
La misma labor de zapa la hizo en Puebla y la Ciudad de México, convenciendo a comunicadores a modo que Rafita sería Presidente de México, no sin antes vapulear desde la tribuna del Senado a López Obrador.
Los beneficiados fueron muchos en la tierra de los camotes. Puebla Comunicaciones era visitada constantemente para verle la cara y él pisaba las redacciones que le merecían distinción. El morenovallismo reinaba y sus apologistas también producto del buen trato. Irónicamente, los que adularon a Rafael Moreno Valle Rosas y atacaron con saña a Miguel Barbosa Huerta, ahora se erigen como defensores convencidos de la llamada Cuarta Transformación.
Y les creen.
Cuestión de intereses y conveniencias políticas.
¡Qué cosas!… ¿No?
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