MIGUEL ÁNGEL GARCÍA MUÑOZ
Creo que la eficacia de la administración del Rector de la BUAP, Alfonso Esparza Ortiz, rebasa la confrontación política y se inserta ya, en el último año de gestión, en la consolidación de su eficiencia y el brillo de la institución en el contexto académico, educativo e investigación que puede presumir a nivel nacional e internacional; además, debe empezar la preparación de la ruta del relevo que, ahora como nunca, se verá inmerso en una nueva lucha interna acicateada por grupos de fuera que buscarán adueñarse de las riendas, sin importarles violentar la soberanía universitaria.
El reto de Esparza de los doce meses por venir, supera el de hace siete años cuando rindió protesta frente a la enorme expectativa de maestros, académicos y políticos que atestiguaron su arribo, no sólo porque enfrentará el veredicto de la historia, sino también el hostigamiento de sus enemigos que han tratado de obstaculizar su trabajo porque la ambición los rebasa o porque obedecen consignas.
Es obligado que el Rector resuelva el litigio que la BUAP sostiene con Garden Teas, la empresa del pillo Mario Mendívil Blanco, quien fraudulentamente vendió el equipo Lobos sin autorización, convirtiéndose en un depredador de la legalidad, situándose en el fondo de la corrupción e impunidad que debe combatir el nuevo régimen de gobierno democrático, como ha sido su promesa y compromiso ante el pueblo.
Igualmente, Esparza, deberá enfocar sus baterías contra el Presidente de la Federación Mexicana de Fútbol, Enrique Bonilla, porque él tuvo la responsabilidad de revisar sin sesgos el caso Lobos, antes de avalar su venta a la empresaria Alejandra de la Vega, queriéndose desligar asegurando que no ha sido requerido por los tribunales más que en calidad de testigo; además, asegura, cínicamente, que la FEMEXFUT no se mete en problemas entre particulares.
Alfonso Esparza, ha expandido como nunca la infraestructura de la BUAP; los campus universitarios dignos se multiplican por todo el Estado; el ingreso a la máxima casa de estudios ha crecido sin restricciones; han disminuido las cuotas en todos los rubros; loable ha sido la colaboración con actitud y aptitud al combate del temible Coronavirus a través del Hospital Universitario; ha demostrado que las manifestaciones de estudiantes y académicos para exigir justicia contra feminicidios y atentados contra alumnos, se pueden hacer en paz, sin insultos, sin pintas y respetando los derechos de terceros; la obra universitaria en el ramo académico y educativo y científico, ha colocado a la BUAP en el sexto lugar entre 22 universidades mexicanas, incluidas privadas, de nivel superior, de acuerdo con el Latin America University Rankings 2020.
En lo que refiere a las instituciones públicas, la Máxima Casa de Estudios se ubica en el quinto lugar nacional, apenas atrás de la UNAM, la Universidad Autónoma Metropolitana y el Instituto Politécnico Nacional, que tienen presencia en casi todo el territorio mexicano; mientras que entre las estatales ocupa el segundo puesto, codeándose con la Universidad Autónoma del Estado de México.
Si no fuera suficiente, en América Latina y el Caribe, la BUAP ocupa en el lugar 77 de un total de 166 universidades de 13 países, superando, por ejemplo, el prestigio del Instituto de Tecnología de Buenos Aires, Argentina; la Universidad Católica, en Chile; la Universidad de Caldas, en Colombia.
No se le puede regatear mérito al Rector Alfonso Esparza, quien debe demostrar que está por encima de escándalos y señalamientos de sus detractores que, por cierto, nunca han faltado en anteriores administraciones. Para no ir muy lejos, si vivieran Luis Rivera Terrazas, Alfonso Vélez Pliego y Samuel Malpica Uribe, atestiguarían; sin embargo, viven y pueden aseverarlo José Doger Corte, Enrique Doger Guerrero y Enrique Agüera Ibáñez.
El prestigio de la BUAP, a estas alturas, no está a discusión.
El mérito de cada uno de sus Rectores está sobre la mesa para ser evaluado y calificado por quien lo desee.
Mi opinión está escrita.
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