Hace un año escribí sobre el ex Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, actualmente Director de la Comisión Federal de Electricidad. Nuevamente es severamente cuestionado con la reaprehensión de Rafael Caro Quintero, reavivando señalamientos en su contra, entre ellos el del ex Agente de la DEA, Héctor Berrellez y del Periodista Jesús Lemus que plasma en su libro las sospechas sobre el ex Gobernador de Puebla, luego de recoger algunas pláticas que sostuvo con el mismísimo capo de capos hace poco más de una década.
Hoy, retomo parte del texto, con algunas adiciones, como la aseveración de Berrellez y Lemus, ligándolo por omisión o complicidad en la tortura y asesinato de “Kiki” Camarena. Cada vez que surge el nombre de Bartlett se desatan los demonios.
La simple pronunciación de su nombre provoca sentimientos encontrados, siendo objeto, en su mayoría, de críticas acres. Es considerado uno de los hombres más preparados, conocedores de las profundidades del sistema político mexicano, pero con oscuro pasado que, algunos dicen, le han pintado.
El Presidente Andrés Manuel López Obrador, pide que no se adelanten vísperas en torno a Bartlett, pero no puede impedir que se sigan tejiendo historias, leyendas, mitos, para desprestigiarlo. Se le acusa de todo y de nada porque, hasta el momento, nadie ha demostrado su real participación en la famosa “caída del sistema” de 1988 ni en los asesinatos del Agente de la DEA Enrique “Kiki” Camarena y del Periodista Manuel Buendía ni su supuesta protección a José Antonio Zorrilla Pérez.
Bartlett, también está manchado por los señalamientos de ocultar parte de su patrimonio y riqueza con su pareja Julia Abdala y su hijo León Manuel, siendo uno de los funcionarios de la llamada Cuarta Transformación que camina constantemente bajo la tormenta. La ha librado con habilidad, con acuerdos y los secretos políticos que se convierten en un salvoconducto.
López Obrador, es uno de sus defensores; no obstante, fue uno de sus acusadores del supuesto fraude en el 88 que habría impedido el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas, pues Bartlett manejaba la Comisión Federal Electoral, dependiente de la Secretaría de Gobernación que, por cierto, pretende el Presidente, vuelva al seno oficial con la Reforma Electoral.
Siempre he dicho que Manuel Bartlett Díaz fue un buen Gobernador de Puebla y un excelente político que se ha sabido adaptar a los tiempos y las circunstancias, con muchos secretos que se llevará a la tumba o los dejará listos para la posteridad.
Es inocultable su antagonismo con Andrés Manuel López Obrador desde que éste quiso ser Gobernador de Tabasco, como también que se constituyó, por intereses mutuos, en uno de sus favoritos desde antes de ser candidato a la Presidencia de la República. En la actualidad, Bartlett, continúa en primera línea, a pesar de sus detractores. No es Secretario de Estado, pero ocupa una posición trascendente en la política de la 4T que ya está en entredicho en el ánimo del gobierno de Estados Unidos.
¿Qué habría pasado si en 1988 Bartlett hubiera sido el elegido por Miguel de la Madrid en lugar de Carlos Salinas de Gortari, justo en plena hegemonía del PRI y sin la mentalidad del innombrable que abrió las puertas a la alternancia violentando la ley?
¿Qué hubiera pasado si de la Madrid no escucha las recomendaciones de Jorge de la Vega Domínguez y Emilio Gamboa Patrón, que eran su conciencia priista, convenciéndolo de que Salinas era la mejor opción?
Bartlett, en esos momentos, sabía demasiado; conocía como pocos la política interna y externa. Por eso Salinas lo quiso desterrar a Francia, terminando por concederle la titularidad de la SEP y a la postre el Gobierno de Puebla.
Por supuesto que otro hubiera sido el sendero caminado; lo que se ha escrito de Bartlett diferiría en mucho; Miguel de la Madrid se habría ahorrado lo que declaró en 2009: “Cometí una equivocación al haber elegido a Carlos Salinas de Gortari como sucesor en la Presidencia de la República”. Lo acusó de inmoral, de haberse robado, al menos, la mitad de la partida secreta y de haber permitido que su hermano Raúl realizara negocios indebidos en el gobierno y que recibiera dinero de narcotraficantes.
“Me siento muy decepcionado, me equivoqué. Pero, pues, en aquel entonces no tenía yo elementos de juicio sobre la moralidad de los Salinas. Me di cuenta después que es conveniente que los Presidentes estén mejor informados de la moralidad de sus colaboradores”, diría de la Madrid.
Y aunque horas después se desdijo, ya estaba dicho. Alguien o algunos lo mandaron a recomponer sus declaraciones. El paso del tiempo advierte que Miguel de la Madrid dijo la verdad.
Quizá también habrían quedado en el olvido las acusaciones que pesan sobre él de haber sido reclutado por la CIA convirtiéndolo en su informante, declaraciones que se han refrescado en voz del ex Agente de la DEA Héctor Berrellez y del Periodista Jesús Lemus, éste último compañero de celda de Caro Quintero entre 2008 y 2011.
Guste o no a sus detractores, Bartlett ha dado la cara cuando ha sido requerido contando su verdad. Sigue en activo a sus 86 años de edad. Es de esas especies de políticos difíciles de olvidar, marcando una huella indeleble. Sin embargo, sus mismos malquerientes afirman que no sería capaz de irse de vacaciones a Disneylandia, a sabiendas de que no regresaría a México.
El documental de Netflix titulado, “Red Privada: ¿Quién mató a Buendía?”, dirigido por Manuel Alcalá y narrado por Daniel Giménez Cacho, el nombre de Manuel Bartlett Díaz salta a la palestra. Aunque se reconoce la labor de los productores, las interrogantes prevalecen, las mismas que surgieron hace casi 40 años y no han podido esclarecerse.
Los misterios siguen vivos, forman parte del documental y, quizá, antes de morir José Antonio Zorrilla Pérez, pudiera aclararlos. Nadie olvida sus palabras cuando era juzgado tras las rejas: “Yo no maté a Buendía, pero… ¡Sí sé quién fue! Si me tengo que comer solo el pastel, me lo como, no hablaré”.
Recluido en prisión domiciliaria desde 2013, Zorrilla, solamente representa algo para sus allegados. La historia podría olvidarlo.
El que no olvida es el sistema norteamericano que maneja ahora Joe Biden.
¿Y Berrellez y Lemus? Y tantos otros que callan por miedo, prefiriendo vivir tranquilos.
Caro Quintero, si es extraditado, contará su verdad en su libro y hablaría en Estados Unidos buscando una negociación que lo beneficie.
El gobierno mexicano intentará retenerlo para no exponerse, aunque no se sabe hasta dónde llegará la presión norteamericana, más si se comprueba que fue la DEA la que dirigió la captura y no Súper Can “Max” que, en estos momentos, al haberle colgado la etiqueta de héroe, es el perro del jet set con 20 millones de dólares entre los colmillos, que fue la recompensa que ofreció la justicia vecina.
Sobre la “caída del sistema” en 1988, aunque usted no lo crea, se sigue cayendo. Nunca hay responsables y el tema pasa a formar parte de la leyenda.
Falta mucho por escribir.