En cualquier periodo de gobierno siempre se destaca la brecha entre las promesas de campaña y los resultados en el ejercicio del encargo y éste no es la excepción, aunque veamos el contexto, porque la forma es fondo.
A partir de la guerra contra el narcotráfico declarada por el Felipe Calderón, el llamado presidente espurio, en la cual imperó la violencia y los altos índices delincuencias debido a las miles de personas asesinadas, desaparecidas, desplazadas, exiliadas, torturadas, extorsionadas, víctimas directas o indirectas de la violencia, según lo concluyó un informe del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez; nos encontramos en una vorágine donde el tejido social está destruido y los demonios andan sueltos.
Por otro lado, el lugar de México en el Índice mundial de Percepción de la Corrupción se fue en picada desde 2012 y hasta 2018: el sexenio en que el priista Enrique Peña Nieto gobernó el país. En diciembre de 2012, cuando inició su mandato, México ocupaba el sitio 105 en el conteo internacional; en 2014 y 2015 tuvo un repunte considerable de hasta 10 puntos, pero a partir de 2016 fue en caída libre hasta llegar al lugar 138 de 180 a nivel global, al final de su administración.
Bajo esas condiciones, llega este gobierno de la Cuarta Transformación.
Denise Dresser, escribió en su columna del 8 de junio de este año, publicada por el diario Reforma, especialista en fake news, que nuestro país se encuentra polarizado, y de ahí se arranca con su discurso: El Presidente exige que dejemos de ser comensales de la democracia; demanda que nos transformemos en colaboradores de una regresión que pone en riesgo la capacidad de componerla. No está en busca de ciudadanos libres, críticos, capaces de pensar por sí mismos, sin necesidad de un caudillo carismático que les diga cómo hacerlo.
Definitivamente, no podemos negar que actualmente hay pendientes varias asignaturas, como el combate a la violencia, a la criminalidad, a la inseguridad, a la corrupción y a la impunidad, aunque esto último les corresponda más a los ciudadanos con sus denuncias y al poder judicial, sin embargo, siempre será necesario que en una democracia, haya voces que den su particular punto de vista y critiquen la forma de gobierno, como la de la misma Dresser, no obstante, siempre será más valioso escuchar argumentos opositores con fundamento, en vez de argumentar sin validar. En efecto, no es válido hacer uso de la libertad de expresión de la cual se goza, sólo elaborando un texto que busque la rima, pero que no arroje datos duros, y para muestra un botón.
Si sacamos un promedio de todas las encuestas de opinión de los últimos meses que midieron y siguen tomándole el pulso a las preferencias electorales, Andrés Manuel López Obrador tiene una aprobación y popularidad de entre 60 y 80%, es decir que al menos 6 y hasta 8 de cada 10 mexicanos lo aprueban, y a esto aquí y en China se le dice mayoría.
Señala Alfredo Jalife: ¿cómo puede existir polarización cuando el presidente López Obrador ostenta 71% de aceptación y la oposición fracturada anda en la lona de los 10 puntos? Eso se llama aplastante mayoría en una genuina Democracia.
Desde el punto de vista estadístico y matemático no hay una polarización en México si consideramos la cantidad de personas que aprueban al presidente y a su equipo, no hay polarización porque son menos las voces que están en contra del actual gobierno federal.
Pero en los Estados del país donde Gobierna Morena, las cosas son distintas, ya que las calificaciones de sus Gobernadores en su mayoría están por debajo de la media nacional o en su caso reprobados por sus gobernados.
Pero además, dichos gobernadores confían en que la gente votará por sus candidatos en las próximas elecciones porque San Andrés Manuel les hará de nueva cuenta el milagro.
Lo que tenemos actualmente en México es una polarización partidista, también conocida como “polarización de élites. Así las cosas, México requiere de un oposición seria y responsable a la altura de las circunstancias, de ahí que el surgimiento de la denominada BOA como bloque opositor, en mi opinión es una jugada del Presidente para victimizarse ante los ciudadanos y lograr que los identifiquen como los “enemigos a vencer” descalificando su trayectoria y culpándolos de los males del país, lo que en mi opinión resultaría innecesario, si de verdad tiene los niveles de preferencias electorales que le dan los analistas. Pero con lo anterior, ya abrió el juego electoral y su labor será todos los días ir minando la confianza y credibilidad de los actores políticos, que sino están con el los vuelve “conservadores”¿ será que Don Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas ya los ubico en ese bloque?