Una conquista, revolución o cambio de régimen siempre vienen acompañados por modificaciones drásticas. Una de ellas es el retiro de monumentos históricos, acto que tiene una repercusión mediática importante, pero sobre todo, política.
A principios del mes, la estatua de Cristobal Colón que se encontraba sobre Paseo de la Reforma fue retirada, misma que permanecía en ese sitio desde 1877. Las quejas para que se devolviera no se hicieron esperar en redes sociales, aunque también hubo voces que pidieron que se destruyera.
Obras como monumentos, estatuas, pintura o arquitectura son símbolos con los cuales la sociedad se siente identificada, por lo que destruirlos significa un golpe a la idiosincrasia de los pueblos.
Hay quienes piensan que el retiro de los monumentos no cambia la historia de ningún modo; sin embargo, sí socava parte del “modo” de ser característico de las comunidades porque algunos tienen una significación importante y han sido parte de la sociedad incluso por siglos, como fue el caso de la estatua de Colón.
Llama sin embargo la atención la similitud que existe en las medidas que se toman en los países conquistados. Hace algunos años por ejemplo, el gobierno de Ucrania inició una política de desmantelamiento de todos los monumentos que tuvieran que ver con el régimen comunista, sobre todo del revolucionario y dictador Lenin.
En América los conquistadores españoles destruyeron todas las obras que estaban en contra de la religión católica. El Estado Islámico también lo ha hecho. Los líderes Asirios realizaban esta práctica principalmente para infundir terror.
La destrucción de obras emblemáticas siempre tendrá una repercusión en la sociedad, que también es política porque señala un cambio de rumbo, además, son víctimas fáciles de abatir. Para los historiadores este acto no tiene mayor significación al ocurrir en diferentes momentos y lugares del mundo.
Si bien es cierto que cambiar estatuas no lo hace con la historia, su presencia es un recordatorio colectivo, de manera extendida o no, de los acontecimientos que existieron en el pasado, imposibles de ser cambiados, pero sí probablemente borrados.
“Aquel que no conoce su pasado está condenado a repetirlo”, frase atribuida a Napoleón Bonaparte que nos muestra el riesgo que corre una civilización entera que pierde su memoria histórica. Es preciso estar vigilantes de que el retiro de monumentos importantes en México no sea parte de una estrategia de descolonización, que implique erradicar todos los rasgos culturales, filosóficos o religiosos de nuestro país.
@MaritzaMena7