¿Alguna vez se ha preguntado si los músicos viven en otro planeta? Tal vez no tan lejos, pero sí parece que su cerebro funciona en una frecuencia diferente. Tienen una sensibilidad especial, una conexión emocional casi mágica y una capacidad de adaptación que los convierte, sin exagerar, en una especie de X-Men del mundo cotidiano. ¿Suena exagerado? Pues no lo es.
1. Un cerebro con más ritmo (y más volumen también)
Diversos estudios neurocientíficos, como los realizados en la Universidad de Harvard y por el neurólogo Gottfried Schlaug, han demostrado que el cerebro de un músico está estructuralmente diferente al de una persona promedio. ¿Cómo? Por ejemplo:
El cuerpo calloso, que conecta los hemisferios cerebrales, es más grande. Esto permite que los músicos coordinen mejor sus dos manos, piensen de forma más integrada y procesen información de manera más ágil.
La corteza auditiva y el hipocampo (clave para la memoria) están más desarrollados. Así que si tiene un amigo músico que nunca olvida nada… no es magia, es neuroplasticidad.
2. Sensibilidad: su radar emocional está a full
Los músicos viven con el volumen emocional bien alto. Gracias a su entrenamiento constante en interpretar y transmitir emociones a través del sonido, desarrollan una empatía y una percepción emocional más aguda. Saben cuándo alguien está triste y pueden expresar lo que no se puede decir con palabras… en una melodía de tres minutos.
Un estudio publicado en Frontiers in Psychology encontró que los músicos muestran una mayor respuesta emocional y una lectura más precisa del lenguaje corporal y facial de otras personas. En otras palabras, tienen un sexto sentido social.
3. Camaleónicos
Aprender música requiere disciplina, frustración, improvisación y paciencia. Y eso se traduce en habilidades de la vida real. Los músicos son más resilientes al estrés, más creativos para resolver problemas y más abiertos al cambio. ¿Se les arruina el amplificador antes de un concierto? Improvisan. ¿Se cae el internet en pleno live? Toman la acústica y siguen. ¿Un lunes caótico? Lo convierten en una canción.
4. ¿Cerebro superior?
Aunque suene pretencioso, la ciencia respalda que la formación musical mejora las funciones ejecutivas del cerebro: atención, planeación, memoria de trabajo, multitarea y toma de decisiones. Un estudio de la Universidad de Helsinki demostró que los niños que aprenden música tienen mejor rendimiento académico en matemáticas, lectura y habilidades espaciales. Lo anterior, sedebe a que la educación musical estimula áreas del cerebro relacionadas con la atención, la memoria, la resolución de problemas y el pensamiento lógico, habilidades que son esenciales para el aprendizaje en diversas áreas.
Además, tocar un instrumento es uno de los pocos ejercicios que activa casi todas las áreas del cerebro a la vez. Es como llevar la mente al gimnasio… mientras hace algo placentero.
Los músicos no solo hacen magia con las notas, también la hacen con sus neuronas. Su mundo interior está afinado a un nivel más sensible, adaptable y creativo que la media. Estudiar y crear música para nada es una pérdida de tiempo. Porque si algo nos enseña la ciencia (y la vida), es que ser músico es tener superpoderes… solo que, en lugar de capa, llevan un estuche.
X: delyramrez