Las protestas tras el golpe han ocurrido diario en las principales ciudades y atraído a estudiantes, maestros, personal médico, funcionarios, monjes budistas y minorías étnicas.
El líder del golpe de Estado de Myanmar aprovechó el Día de la Unión para instar este viernes a la población que colabore con el Ejército si quiere democracia, un pedido que podría toparse con la mofa de los manifestantes que presionan para la liberación de los líderes electos del país.
“Pido seriamente a toda la nación que se una al Tatmadaw para la realización exitosa de la democracia”, comentó el general Min Aung Hlaing utilizando el término local para referirse al Ejército. “La historia nos ha enseñado que solo la unidad nacional puede garantizar la no desintegración de la Unión y la perpetuación de la soberanía”.
Además del mensaje del comandante publicado este viernes en el diario Global New Light of Myanmar, la nueva junta militar también anunció que conmemorará el feriado liberando a miles de presos y reduciendo las condenas de otros.
El 1 de febrero, el alzamiento comandado por Min Aung Hlaing derrocó al gobierno civil de la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi y evitó que los legisladores elegidos en unos comicios en noviembre abriesen una nueva sesión en el Parlamento. Además, revirtió cerca de una década de avances hacia la democracia luego de 50 años de gobierno militar y provocó multitudinarias protestas en ciudades de todo el país.
El Ejército alega que se vio obligado a dar un paso adelante porque el gobierno de Suu Kyi no investigó adecuadamente las denuncias de fraude en las elecciones. La comisión electoral del país indicó que no había evidencias para soportar esa acusación.
Las protestas contra la sublevación, que ahora ocurren a diario en las dos principales ciudades de país, Yangón y Mandalay, han atraído a gente de todos los ámbitos de la sociedad a pesar de la prohibición de las concentraciones de más de cinco personas. Empleados de fábricas y funcionarios civiles, estudiantes y maestros, personal médico y miembros de la comunidad LGBTQ, monjes budistas y curas católicos se han manifestado juntos.
El jueves, miembros de las minorías étnicas del país, que se concentrar en estados fronterizos remotos, se unieron a las protestas en una sorprendente muestra de unidad en un país donde algunos grupos han acusado el control de la mayoría birmana y han tenido sus diferencias con Suu Kyi. Pero su profunda desconfianza hacia el ejército, que ha sofocado brutalmente sus luchas armadas para una mayor autonomía, les ha convertido en inesperados aliados de la causa de Suu Kyi.
Es poco probable que los manifestantes se dejen influir por el llamado de Min Aung Hlaing en el día en que se conmemora la fecha en la que muchos de los grupos étnicos de Myanmar, entonces conocido como Birmania, acordaron unirse en 1947 tras décadas de gobierno colonial británico.
Las órdenes de indulto publicadas este viernes en medios estatales señalaron que 23 mil 314 reos quedarán libres, incluyendo 55 extranjeros. Además, se conmutaron algunas condenas de pena de muerte por cadena perpetua y se redujeron las penas de prisión de otros.
Es poco probable que esto convenza a la comunidad internacional, que ha condenado ampliamente el golpe así como el uso de la fuerza policial, con cañones de agua y balas de goma, para dispersar algunas protestas.