El beisbol volvió a recordarnos por qué, más allá de números y estadísticas, es un deporte de alma. El Juego 3 de la Serie Mundial 2025 entre Dodgers y Blue Jays no fue solo un partido: fue una prueba de resistencia, carácter y corazón. Dieciocho entradas y casi 7 horas de drama, tensión y emoción pura, en las que cada lanzamiento y cada swing parecían escritos para la historia.
Los Dodgers se impusieron 6–5, gracias a un jonrón de Freddie Freeman en la parte baja de la entrada 18, dejando tentidos en el terreno a los Blue Jays, en una noche que se convirtió en leyenda. Pero más allá del resultado, lo que se vivió fue un retrato de la esencia del deporte: la entrega total, el orgullo de equipo y la fortaleza mental que distingue a los grandes.
Si alguien encendió la chispa del espectáculo, fue Shohei Ohtani. El japonés volvió a demostrar que no pertenece a esta dimensión: llegó a base nueve veces, con dos cuadrangulares, dos dobles y cuatro boletos intencionales, algo que jamás se había visto en un juego de Serie Mundial.
Lo suyo no es solo talento, es determinación, disciplina y una capacidad de inspirar a todos los que aman este deporte. Ohtani juega como si no existieran los límites.
Lo que vimos en este Juego 3 fue una oda al espíritu del deporte.
El Dodger Stadium vibró con cada lanzamiento, y aunque los Blue Jays se quedaron cortos, demostraron que tienen madera de campeón.
Freeman cerró con un batazo que pasará a la historia, pero lo verdaderamente heroico fue la entrega colectiva: jugadores exhaustos que seguían dándolo todo, sin saber si el amanecer los encontraría aún jugando.
Cuando el marcador final quedó en 6–5, no solo ganó un equipo: ganó el beisbol.
Ganó la pasión, la paciencia, la resistencia. Ganó el recordatorio de que las victorias más grandes se construyen en silencio, una entrada a la vez.
Y para nosotros, los que seguimos este juego con el corazón en la mano, quedó la certeza de que el Juego 3 de la Serie Mundial 2025 no fue solo una noche larga… fue una noche eterna.
