*Recuerdo imperecedero a 37 años de su fallecimiento
Por: Miguel Ángel García Muñoz
Se ha escrito mucho y se ha dicho más de aquella noche fatal del 8 de agosto de 1984, transcurrida sobre la avenida Juárez.
Horas después, en la madrugada del día 9, moría el profesor Jorge Murad Macluf, al haber sido embestido su automóvil por la camioneta del hijo del general Falcón, quedando herido su secretario particular Héctor Méndez Arroyo.
Creo que ha sido detallado, en su narración reiterada sobre aquel suceso dramático, por el periodista Raúl Torres Salmerón. Y quién mejor que él con su capacidad profesional para hacerlo, no sólo por haber sido jefe de Comunicación Social en aquella gestión municipal inconclusa (1984-1987), sino porque se mantuvo siempre cerca esperando el milagro de la vida y es, desde aquel entonces, uno de los principales promotores de las honras fúnebres que recuerdan al maestro.
El miércoles pasado, en el parque de Las Ninfas, cerca de la residencia del oriundo de Tehuacán, se cumplieron 37 años de su fallecimiento, siendo José Ríos Arias el encargado del panegírico, escuchando atentos los familiares y amigos del maestro, entre ellos el exgobernador Melquiades Morales Flores y el alcalde de Chignahuapan, Lorenzo Rivera Nava, tomando en consideración que Jorge Murad fue el primer director del Centro Escolar enclavado en la puerta de la sierra.
Por lo que a mí respecta, solamente abono al recuerdo señalando que el profesor Jorge Murad Macluf pudo haber cambiado la historia de Puebla de no haber ocurrido el fatal desenlace. Seguramente algunos dirán que el hubiera no existe, afirmación falsa, porque el hubiera representa experiencia, nostalgia, enseñanza, aprendizaje y un constante volar de la imaginación.
El 21 de mayo de 1984, durante una gira de trabajo con el gobernador Guillermo Jiménez Morales por el municipio de Xicotepec, acudimos a la ceremonia luctuosa en honor de Venustiano Carranza, concretamente en la población de Tlaxcalantongo. Bajo las gradas que nos tapaban de los rayos del sol que elevaban la temperatura considerablemente, el jefe de Comunicación Social, Mauro González Rivera, nos comentaba: “Fíjense bien, el orador puede ser el próximo mandatario de Puebla”.
Yo, era reportero de El Heraldo de México en Puebla y al mismo tiempo jefe de departamento en la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas (SAHOP), que después se dividiría en SCT y SEDUE, conociendo en la dependencia ecológica al político en ciernes Marcelo Ebrard Casaubón y al titular de la misma, Manuel Camacho Solís.
El orador no era otro más que el diputado federal Mariano Piña Olaya, cuyo mérito consistía en ser amigo del presidente Miguel de la Madrid Hurtado, a quien le había entregado la banda presidencial y ayudado a colocársela.
El comentario de Mauro era acertado; sin embargo, a los reporteros y directores de medios no los convencía del todo, pues se sabía que el profesor Jorge Murad tenía números altos en conocimiento y preferencia de los poblanos, producto de su gran trabajo como edil, su cercanía con la gente, obras sociales de alto impacto y el apoyo de Jiménez Morales. Cabía la creencia de que en Puebla podía pelear la candidatura del PRI y convencer al Comité Ejecutivo Nacional del tricolor.
Murad, venía de una controvertida elección que ganó al PAN y Ricardo Villa Escalera, haciendo olvidar los momentos amargos de controversia y manifestaciones en las calles que llegaron a Casa Puebla, con un trabajo traducido en obras palpables y preocupación permanente por todas las clases sociales, principalmente en el sector medio y medio bajo donde la pobreza se sentía, se respiraba. Murad, era sensible y así lo demostró. Esto le redituaba altos bonos políticos y la posibilidad de suceder a Jiménez Morales.
Pero la madrugada terrible del 9 de agosto incendió de paso los planes que se habían hecho. Debo citar que la lucha de Jorge Murad Macluf por ser gobernador de Puebla es cierta. Me consta en las pláticas que escuché personalmente, pues mi papá, el periodista Ángel García López, era asesor personal del alcalde, además de ser compadres, pues el maestro y su esposa Dervylia González de Murad fueron padrinos de bautizo de mi hermano menor, Jonathan.
El profesor rural se había ganado el calificativo de ser el mejor alcalde en la historia de Puebla, algo que prevalece. El cariño de la gente se sumaba, los grupos políticos lo arropaban y los comentarios en los medios de comunicación eran positivos. Por supuesto que le alcanzaba para ser gobernador y si eso hubiera sucedido, se habría evitado un gobierno aciago, nido de corrupción e impunidad como el que protagonizó el diablo negro de Guerrero, Mariano Piña Olaya.
La historia hubiera sido otra.
Sirva de ejemplo, remarco: no habrían sufrido persecución los vendedores ambulantes y su líder Simitrio ni tampoco el periódico ABC que se opuso a esa política represiva. Esto le consta a Alberto Jiménez Arroyo, encargado de romper relaciones por parte del gobierno, advirtiendo que era una provocación la defensa de ese gremio que existe y ha existido como oficio desde el inicio de los tiempos. Testigo de la confrontación fue el periodista Raúl Zárate López, ya fallecido.
Por supuesto que la palabra hubiera existe en la conciencia, en los deseos de modificar conductas y de cambiar muchas cosas si tuviéramos la oportunidad de retroceder el tiempo.
Mauro González Rivera, fue mi jefe en El Heraldo, ya no está. Mi reconocimiento por siempre.
Ángel García López, de él aprendí; se marchó. Lo añoro.
Ambos destacados periodistas.
Jorge Murad Macluf, gran presidente municipal, acarició la gubernatura.
Honor, a quien honor merece.