Iker Casillas se retira del fútbol. El infarto que sufrió en el entrenamiento del Porto, el pasado día 1 de mayo, obliga a poner punto y final a la carrera del mejor portero español de la historia y uno de los más laureados del fútbol mundial. 1039 partidos y 24 títulos después, una de las grandes leyendas modernas del madridismo cuelga los guantes de manera obligada a los 39 años. El guardameta lo anunció a través del perfil de sus redes sociales.
Desde aquel 1 de mayo en el que Casillas dio el susto, las especulaciones sobre su futuro siempre se habían encontrado con la oposición frontal del propio Iker, que quería esperar a los dictámenes médicos para tomar la decisión y ser el dueño de su destino, poder anunciar él mismo su retiro del fútbol, hecho que finalmente se da. Aquel infarto lo aparta de la vida deportiva y le abre las puertas del Olimpo, cuya entrada tenía comprada desde hace mucho tiempo.
Con Iker se va el capitán que levantó al cielo de Sudáfrica la Copa del Mundo con España. El que alzó las dos Eurocopas en Viena y Kiev. El héroe madridista de Glasgow en la Novena, el capitán de la Décima, el niño que dejó la escuela una buena mañana en plena clase de diseño porque Jupp Heynckes necesitaba un portero de urgencia para viajar a Noruega a jugar contra el Rosenborg. Con Iker se nos van los últimos 20 años de fútbol, dos décadas imborrables que ahora pasan directamente a la hemeroteca, al recuerdo, al cajón del cerebro donde se almacenan los buenos momentos.
Aunque las primeras páginas de su historia pertenezcan a aquel viaje a Rosenborg, no será más que el prólogo de una leyenda escrita en letras de oro, un relato que comenzó el 12 de septiembre de 1999 en San Mamés. Las lesiones de Bodo Illgner y Albano Bizarri le dieron la alternativa a un niño de 18 años que se encadenaría a los palos y no dejaría el puesto. Al final de temporada acabaría siendo titular en la final de la Champions League, frente al Valencia, en París. La primera de las tres Copas de Europa que lucen en su palmarés.
Una tremenda sala de trofeos en la que se incluyen además dos Eurocopas y un Mundial, el torneo que elevó su categoría de héroe madridista a deidad del fútbol español. Su atajada a Arjen Robben en la final fue tan decisiva como el gol de Andrés Iniesta y, si no se celebró con la misma efusividad, fue porque no había sello en las gargantas que debían gritar su acción. Iker sacó el pie, desvió el balón y también el lápiz divino que estaba escribiendo en la historia el triunfo holandés. Aquella noche los brazos y los labios que alzaron y besaron el trofeo más preciado del fútbol fueron los suyos.
Iker Casillas cuelga los guantes antes de lo que él hubiera querido y sin poder decidir él la hora del adiós. En sus manos reposa gran parte del patrimonio del deporte español. Con sus manos ha protegido los sueños del Real Madrid y de la selección española desde el siglo XX hasta hoy. Hasta hoy. Iker dice adiós. Y el fútbol mundial le dice gracias por tanto.