La elección consecutiva legislativa y en las alcaldías debía habernos traído mejores servidores públicos, la simplificación de procesos, la comunicación más directa del poder con los ciudadanos, así como gobiernos y ejercicios parlamentarios más eficientes, pero nada de eso resultó así.
Los esperanzados que pretendimos ver, tras la reforma de 2014, mejores representantes populares y gobiernos más eficientes en el Congreso de la Unión, en los Poderes Legislativos estatales y en los dos mil 478 municipios del país, nos equivocamos.
Por esa misma e ingenua expectativa, la decepción es mayúscula.
La semana pasada, durante la ceremonia de conmemoración del 108 Aniversario de la Promulgación de la Constitución Mexicana de 1917, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo anunció que envió ya al Congreso un paquete de iniciativas, para anular la reelección y también para atajar el nepotismo, que tanto se repite en el sistema político mexicano.
Respecto de la primera intención de su paquete constitucional de propuestas está revertir la reforma de 2014, que se aprobó durante el gobierno de Enrique Peña Nieto y que permite la permanencia de diputados federales y locales hasta por 12 años consecutivos y de senadores por 2 ejercicios de seis años.
En el caso de las alcaldías, esa modificación constitucional de hace 11 años permitió la permanencia en el cargo de los alcaldes y alcaldesas hasta por dos periodos seguidos, sin contar que podían hacerlo indefinidamente, de manera no consecutiva.
La propuesta de la presidenta llega en un momento oportuno, para que una vez que se apruebe, entre en vigor a partir de 2030, cuando ya legisladores y alcaldes no podrán aspirar a la elección inmediata.
De hecho, en la Constitución no existe la palabra “reelección”, sino que se le llama técnicamente “elección consecutiva”.
Históricamente, fue el Partido Acción Nacional, el primero en impulsar la elección consecutiva legislativa y en ayuntamientos.
A pesar del fuerte rechazo ideológico a la reelección, que estaba contenido en sus documentos básicos, al final, sobre todo en la etapa neoliberal, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), se le sumó al PAN en esta pretensión.
Y estaba en sus documentos básicos, porque el PRI tuvo como origen la gesta revolucionaria de 1910, que enarboló como una de sus principales causas el “sufragio efectivo no reelección”. Claro que, en ese momento, y en esas circunstancias, la bandera ideológica se refería a la no reelección en la Presidencia de la República.
Eso sí se consiguió después de 1910, pero la posibilidad de que los legisladores se eligieran consecutivamente no quedó prohibida sino hasta 1933.
Pero, en fin, en 2014 pareció tan buena idea la elección consecutiva legislativa y de alcaldes, porque en el papel traería la profesionalización de los representantes populares, que incluso la izquierda se sumó a su aval.
También contó mucho que en la reforma político-electoral de ese momento también se introdujo la obligación para los partidos de postular con paridad de género en todos los cargos.
Ese planteamiento es una reivindicación histórica a los obstáculos que se han puesto a las mujeres para su participación política.
Visto así, y en conjunto, las reformas político-electorales de 2014 parecieron no solamente justas, sino que saldaban una deuda histórica con las mujeres. Pero, como hemos dicho, resultó decepcionante en el caso específico de la elección consecutiva.
En Estados Unidos, los legisladores permanecen por décadas en sus cargos, y esto genera ejercicios de mayor cercanía con sus representantes, de más profesionalismo y desarrollo. También agendas legislativas más eficientes.
Pero en México, qué lástima que haya que decirlo, nada más no funcionó.
Hay legisladores que estuvieron o han estado hasta tres periodos consecutivos y no hicieron absolutamente nada, a quienes no se les recuerda ni siquiera haber pasado a tribuna para decir algo inteligente.
Fueron a calentar la curul, a levantar el dedo y a cobrar sus dietas onerosas por nueve años consecutivos sin lograr absolutamente nada.
Visto a la luz de todos sus argumentos, la propuesta antirreeleccionista de la presidenta Claudia Sheinbaum es indispensable.
Lo pondré en otras palabras:
Adiós a los parásitos perpetuos del poder.
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