Normalmente me abstengo de proponer una posición política.
Mi función aquí es analizar, no militar. Que los razonamientos convenzan. Creo en la total secrecía. Pero en esta ocasión, la duda ciudadana es diferente.
Me lo preguntan con insistencia.
¿Acudir o no a la revocación? Hay una enorme confusión y polarización.
Confusión porque nunca hubo un movimiento ciudadano amplio que solicitara la revocación. Porque los niveles de aprobación presidencial, que vienen cayendo, le siguen siendo favorables.
Confusión porque la promoción fue hecha por el partido en el gobierno, no se entiende.
Pero es el mismo gobierno el que ha asfixiado al INE cortándole recursos.
Llegamos al límite de hacer inviable el cumplimiento de los requisitos establecidos en la ley para el ejercicio. Obligaron al INE a implementarlo con recursos magros.
Por ese simple hecho, todos deberíamos rechazar un ejercicio que ha sido boicoteado por el gobierno.
Parecerá que buscan exponer a la autoridad electoral al fracaso, las críticas: no hubo suficientes sitios de votación, estuvieron lejanos a la población, etcétera. La batería para dañar al INE ya está allí.
La confusión de intenciones sería suficiente para abstenerse. Pero hay más motivos.
La desconfianza avasalla. La autoridad ha pisoteado la ley a lo largo de todo el proceso.
De acuerdo con un muestreo aleatorio efectuado por el INE, de las 11 millones 141 mil 953 firmas de apoyo que dieron inicio a la revocación, 25% son falsas. Los convocantes mintieron, trataron de engañar a la autoridad. Lograron el porcentaje requerido, pero falsearon.
Desconfianza porque, violando la veda, desde los más altos niveles, Presidencia, Gobernación, Energía, Guardia Nacional, con recursos públicos, se mofan de la ley.
Tampoco está claro de dónde salieron los dineros para la promoción.
Desconfianza, por la coacción a través de programas sociales.
Desconfianza, porque hay un proceso electoral en curso
¿Casualidad o propaganda?
Desconfianza, porque la mayoría legislativa de Morena modificó las reglas de promoción hace apenas unas semanas. La detuvo el TEPJF, pero lo intentaron.
Desconfianza por el burdo manejo para que la revocación se transforme en ratificación.
Regresamos al tema, el fantasma de la reelección ronda desde principios de sexenio; tratar de prolongar la presidencia de la SCJN, desconcertó; la publicidad: “AMLO no está solo”, fomentando así la idea del acecho al Presidente, de un golpismo con enemigos fantasmagóricos; “#QueSigaElPresidente”, nadie pretende derrocarlo, gobernará hasta el último día de su mandato. ¿Que siga? Qué termine es lo correcto.
Desconfianza porque al no acatar la veda y orillar al INE a tener que ordenar el retiro de propaganda en 30 entidades –10 días antes de la revocación– mostraron que el proceso estuvo viciado desde el origen.
Desconfianza porque no hay forma de satisfacer el ansia presidencial de apoyo. No va a obtener los 30 millones de 2018, por debajo, habrá perdido. Se ve muy difícil que obtengan los 16.7 de la elección intermedia, saldrían perdiendo; si no reúnen los 11 millones –las de firmas ante el INE– mostrarán el engaño.
Desconfianza porque la consulta sobre los expresidentes también fue mañosa: quiere usted que se aplique la ley, pues sí. Sólo acudieron 6 millones.
¿De qué se trata esto?
¿Otro distractor? ¡De qué dimensión!
¿Otro instrumento de división, o conmigo o contra mí?
¿Un mecanismo para enaltecer al populista?
Hay otra versión, los que creen que el 10 de abril habrá un vuelco ciudadano en contra de AMLO.
Me parece ingenuo, a las elecciones intermedias, con varios meses de campaña, acude alrededor de 40% del padrón. Esa movilización no existió. Ganará el “que termine”, punto, pero se habrá prostituido un instrumento.
Confusión, desconfianza y una fuerte dosis de deshonestidad.
Acudir es premiar intenciones aviesas.
Más eficaz y seguro es no asistir a un claro engaño. No estamos para riesgos.
Abstencionismo activo es mi respuesta.