(Anónimo)
Siempre quise saber lo que significaba la frase de Facundo Cabral
“No soy de aquí ni soy de allá…”.
Cuando lo supe, amé la historia que ahora
les cuento y que tanto tiene que ver con un
sentimiento tan noble como el amor traducido en dos palabras: ¡El perdón!
El padre de Facundo Cabral se fue de casa antes de que este naciera. Luego, Sara, la madre de Cabral, fue echada junto a sus pequeños hijos. Facundo, no tuvo un techo donde nacer, de ahí lo de “no soy de aquí ni soy de allá…”.
Nació en una de las calles de La Plata, Argentina, como
presagio de lo que más adelante la vida le
depararía: sinsabores, lucha y mucho aprendizaje, como preparando al gran apóstol musical para un camino que ni su absurda muerte detendría.
Una noche, tras terminar un concierto, Facundo,
con 46 años encima, se llevó una gran sorpresa: en el pasillo lo esperaba su padre. Diría entonces el ciudadano del mundo, como así se describía: “Lo reconocí porque era igual a la foto que mi madre siempre había guardado, pero con el pelo cano”.
“Lo reconocí en el acto porque siempre vi esa
foto”, contaba Cabral cada vez que podía . “Mi padre era muy apuesto. Todo lo contrario a mí; era elegante. Estaba allí y me quedé congelado”.
Este era el primer encuentro con su padre. Hay que imaginar la tormenta de emociones,
pensamientos y nervios que azotaban dentro de aquel hombre que paseaba su música por el
mundo pregonando la paz, el perdón y el amor.
¿Qué hacer?
Un día Cabral aclaró ese episodio: “Mi padre agotó el odio que había acumulado en mí; lo odié profundamente; había dejado sola a mi madre con siete hijos, de los cuales 4 murieron de hambre y frío;
3 sobrevivimos de milagro”.
“De pronto, estaba frente a él, con todo el derecho de decirle lo que mi corazón guardaba”.
Sin embargo, en ese instante el recuerdo de las palabras
de su madre retumbaron en su cabeza: “Tú que caminás tanto, algún día te vas a
encontrar con tu padre; no cometas el error de juzgarlo. Recuerda el mandamiento:
honrarás a tu padre y a tu madre”.
“Ese hombre que vas a tener enfrente,
es el hombre que más amó, más ama y más
ha amado tu madre”.
“Lo que corresponde es que le des un
abrazo y las gracias porque por él estás
gozando las maravillas de Dios en el mundo”.
El desenlace de este encuentro lo cuenta el
mismo Facundo:
“Por eso, cuando vi a mi padre, nos acercamos;
nos abrazamos y fuimos grandes amigos hasta el final de sus días”. Aquella vez me liberé y dije:
“¡Mi Dios, qué maravilloso es vivir sin odio!”.
“Me costó muchos años perdonar y pude hacerlo en un
segundo”.
“!Qué bien me sentí!”.
“¡Qué afortunado soy!”.