¿Desde cuándo es hijo de Geppetto?
Desde que nació.
Y se fue puliendo hasta que le quedó la nariz larga y afilada como uña de ladrón.
La gobernadora de Campeche, Layda Sansores, lo definió bien: “Alito Moreno es un comerciante de candidaturas; ha vendido las plurinominales del PRI”. No solo eso: También ha sabido negociar posiciones políticas de manera descarada con el líder del PAN, Marko Cortés. Ahí está el escándalo en Coahuila sucedido en enero, cuando se repartieron espacios en el Poder Judicial, notarías y designaciones en órganos autónomos, ante la mirada indignada del gobernador Manolo Jiménez.
Ayer, durante su visita a Puebla, tuvo la desvergüenza de criticar a priistas que han dejado a su partido, llamándolos basura, olvidando que no tiene ninguna calidad moral para hacer tal afirmación, porque nunca en la historia el Revolucionario Institucional se había visto lamiendo el piso, ocupando el tercer lugar en la política nacional, atrás de Morena y el PAN, gobernando apenas dos entidades. Es decir, desde que “Alito” asumió la dirigencia del PRI en agosto de 2019, ha perdido 11 gubernaturas, gobernando solamente Coahuila y Durango.
La debacle tricolor empezó en 2018 con la derrota de José Antonio Meade ante Andrés Manuel López Obrador, logrando apenas el 16.4% de los votos. Eso sí con la asesoría de la “Chiva Loca”, Javier Lozano Alarcón, quien ahora ha encontrado en Puebla a dos incautos panistas para esquilmarlos, Eduardo Rivera Pérez y Mario Riestra Piña.
En 2021, se llevaron a cabo las elecciones más grandes en la historia de México, perdiendo el PRI 8 gubernaturas ante el avance implacable de Morena: Tlaxcala, Zacatecas, Sinaloa, Campeche, Colima, San Luis Potosí, Sonora y Zacatecas. La mayoría habían sido dominadas por el PRI desde 1929, cuando era PNR bajo el mando de Plutarco Elías Calles.
En 2022, entregó “Alito” otros 2 Estados, Hidalgo y Oaxaca. El primero siempre había sido priista.
A cambio, ganó Coahuila, entidad que se reparte con Marko Cortés.
En 2023, la morenista Delfina Gómez se llevó la elección en el Estado de México, representando un golpe brutal para el cínico “Alito”, que supo disimular, al grado de operar su reelección en la dirigencia priista hasta después de la elección de 2024.
A diferencia del hablador “Alito”, el sonorense Manlio Fabio Beltrones decidió renunciar a la presidencia nacional del PRI, luego de perder 7 gubernaturas. No aguantó la pena de la derrota en 2015, renunciando en 2016, reapareciendo hace unas semanas, como si su figura fuera suficiente para revivir a un muerto.
Alejandro Moreno, no tiene dignidad.
Cerró con broche de oro juzgando a todos aquellos que han sido expulsados, dizque por haber traicionado al PRI al coquetear con Morena.
Pinche desfiguro de justificación. Entonces que diga por qué no expulsó a Enrique Doger Guerrero, quien operó para Rafael Moreno Valle Rosas, Martha Erika Alonso e Ignacio Mier Velazco; a Néstor Camarillo, que también sirvió al morenovallismo y trabajó para el PRD por 15 millones de pesos, convirtiéndose, actualmente, en un falso candidato plurinominal “indígena” al senado.
Dos ejemplos palpables. Son sus cómplices en el apoderamiento del PRI en Puebla, desplazando con perversidad a Lorenzo Rivera Sosa.
Son muchos los pecados de “Alito” Moreno y sigue en el PRI rodeado de alcahuetes.
Quizá en la noche del 2 de junio empiece a valorar su renuncia.
POSDATA: ¿Por qué el alcalde con licencia de Chignahuapan, Lorenzo Rivera Nava, considera “hermanito” a Néstor Camarillo, no obstante del maltrato y traición a su papá Lorenzo Rivera Sosa?
¿Bien lo vale una candidatura a diputado plurinominal por la que pagó una suma millonaria?
Me parece inaudito que de pilón le “bese la mano” a “Alito” Moreno y al panista toluqueño Eduardo Rivera Pérez.
¿Qué mérito tiene construir una carrera política comprando candidaturas?
¡Qué decepción!
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REFLEXIONES
Periodismo con Historia
(ABC Puebla)
Por: Miguel Ángel García Muñoz