Se entiende perfectamente que la pandemia del Coronavirus es una prioridad que enfrentamos todos, pero también es prioritario atender a los enfermos crónicos que padecen cáncer, diabetes, lupus eritematoso sistémico, artritis reumatoide, VIH, hipertensión, por citar algunos males que atormenta a millones de personas en el mundo.
Es inhumano marginar tratamientos en estos renglones, retirando medicinas, cancelando tratamientos y consultas o reconvertir todos los hospitales en especialidad COVID-19-. Igualmente, es criminal el acaparamiento de medicamentos o retirarlos del mercado, a sabiendas de que es inminente la muerte de la gente que padece algún tipo de las enfermedades referidas.
Sólo quienes tenemos enfermos cerca sabemos lo que esto implica, como también se comprende el sufrimiento de las familias que atestiguan los estragos del Coronavirus. Hay que imaginar el impacto brutal en el cuerpo que contrae el COVID-19- y lucha con una enfermedad crónica. La muerte es inminentemente aterradora.
El gobierno mexicano no puede hacer oídos sordos. Debe buscar las mejores alternativas. Curar a unos para mandar a otros al “cadalso”, es incomprensible y horroroso.
En Puebla, concretamente, los hospitales públicos deben contribuir a enfrentar esta peste que, esparcida a propósito o no, está causando estragos que marcarán la vida, pero de ninguna forma deben convertirse todos en centros de atención exclusiva de contagiados de Coronavirus, porque es condenar a los derechohabientes que pagan sus cuotas y a los enfermos graves que solicitan atención devengando lo necesario.
Es titánico el esfuerzo de Médicos y Enfermeras. Ellos también sufren y están expuestos a contaminarse y morir, como sucedió ayer con el Doctor Jorge Alberto Salazar García, Dictaminador de la Unidad Médica de Boca del Río, Veracruz, quien tenía una relación muy cercana con trabajadores de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en Puebla. La peste lo alcanzó irremediablemente.
El ISSSTEP, el HUP, el ISSSTE y el IMSS, tienen registrados a miles de derechohabientes que se han visto relegados en su atención médica, consultas y entrega de medicinas. Abundan las quejas por el desabasto del fosfato de cloroquina, que combate el lupus, la artritis reumatoide, el paludismo y la amibiasis extraintestinal; el metrotexato, aplicado en tratamientos de cáncer. Alguien tuvo la ocurrencia de decir que sirven para erradicar el Coronavirus y se dieron compras de pánico. Hoy, muchos tienen en sus cajones el medicamento sin utilizarlo, mientras los enfermos se han descompensado.
Si a esto se suman los enfrentamientos políticos, el horizonte es incierto y devastador.
No es tiempo de egoísmos.
Infaltables los acaparadores que, al igual que con el gel, caretas y cubrebocas, han querido hacer dinero a manos llenas adquiriendo la medicina equivocada (cloroquina) para revenderla como la panacea contra el COVID-19-. Ignoran o les vale madre que el lupus, por citar un ejemplo, destruye las células, los tejidos, riñones, piel, corazón, pulmones, vasos sanguíneos y mucosas. Esto, no es secundario al Coronavirus.
En México hay 130 millones de habitantes, de los cuales el 1 por ciento padece lupus, siendo 9 mujeres las afectadas por cada 10 casos; el 12 por ciento de muertes al año en el país es por cáncer; existen más de 301 mil personas infectadas de VIH y se registran 33 casos diarios, sin contar los que esconden la enfermedad.
Sensibilidad, reciprocidad y unidad, es lo que se pide. ¡Cuán lejos están!
Vean ustedes a cadenas comerciales como Wal Mart, Bodega Aurrerá, La Gran Bodega, inflando precios y desatendiendo las indicaciones. Chedraui, no solamente vende caro, sino que expende productos y alimentos caducados, engaña con las bonificaciones en sus monederos electrónicos y no registran algunas compras en efectivo. Hay quejas múltiples y constancia de lo dicho.
Elektra, de Ricardo Salinas Pliego, obliga a trabajar y ni siquiera proporciona insumos a la gente. Es de las pocas tiendas que tiene carta abierta paras seguir su actividad. Es lo que hace la influencia política.
Mientras, la clase política se destroza pensando en la elección de 2021, preámbulo de 2024. Ganar o retener el poder es la preocupación mayor. Poco importa el desempleo, los muertos, los enfermos, la crisis económica, el hambre y la pobreza que, ahora más que nunca, se sentirán crudamente en México y el mundo.
directorabcd_reflexiones@yahoo.com.mx