En ninguno de los escenarios posibles que hubiera vislumbrado el equipo más cercano del Presidente Andrés Manuel López Obrador y su partido MORENA, se llegó a considerar como un factor de riesgo o una brutal amenaza, el brote de una pandemia mundial como la del Coronavirus, que hoy ha puesto en jaque, no sólo a los sistemas de salud de todos los países, sino también ya colapsó las economías de las principales potencias, lo que traerá como consecuencia un nuevo reordenamiento en los principales liderazgos al modificar la correlación de fuerzas de las naciones, elevando a unas y hundiendo las economías de países que como México, ya presentaban muy bajas expectativas para lograr un crecimiento de al menos un digito en el presente año. Y afirmo lo anterior, porque aún y cuando varios países ya han tomado decisiones importantes para tratar de reactivar la actividad económica de sus estados, hasta este momento el Presidente de la República se debate entre dos posturas: la primera anteponer a los intereses de la mayoría de los mexicanos, su proyecto político y su plan de gobierno para continuar fortaleciendo sus programas sociales hacia las clases más empobrecidas y la segunda que sería tratar de incentivar la economía apoyando la inversión de las grandes empresas y otorgando incentivos y facilidades al capital extranjero, para lograr abrir nuevas fuentes de trabajo e impulsar el desarrollo del país. Siendo la primera postura la que ha declarado logrará la cuarta transformación; sin embargo, nuestro país no puede aislarse de la realidad de un mundo globalizado y pretender que en este momento se dé prioridad a un proyecto político para perpetuarse en el poder, que tratar de garantizar la subsistencia y patrimonio de millones de familias que hoy tienen ante sí un negro panorama, por la pérdida de sus empleos y la falta de oportunidades para salir adelante.
Son momentos cruciales para la vida de México, siendo la polarización de las fuerzas políticas uno de los elementos que más ha dañado el avance del país y que en el discurso del Presidente reflejan una ideología y pensamiento que tiende más a la confrontación, que a la construcción de puentes para lograr acuerdos con todos los actores políticos de la vida nacional, incluidos los grupos de poder económico y extranjeros.
Nadie puede condenar su política de querer ayudar a los que menos tienen y a las grupos vulnerables, si consideramos que siempre han sido relegados en los planes y proyectos de los gobiernos neoliberales y que hoy tienen un trato distinto en la lógica de tratar de atenuar su situación; aunque para los grupos de oposición, este plan, tiene como trasfondo amarrar los votos que le permitan al partido del Presidente conservar la mayoría en la Cámara de Diputados federal en 2021 y ganar la mayoría de los Municipios que hoy son gobernados por Presidentes emanados de Morena o sus partidos aliados.
Tampoco, nadie puede estar en contra de que se combata la corrupción y se castigue a todos aquellos que en el pasado saquearon al país y que gozaron de impunidad para darse una vida de millonarios a expensas de los recursos públicos que tuvieron en sus manos. Esa parte de su discurso sin duda alguna fue de los que más simpatías le han acarreado, desde su campaña a la Presidencia, hasta ahora, aunque aún le falta mucho por avanzar y entregar resultados, para recuperar los capitales que fueron llevados a otros países por estos delincuentes de cuelo blanco.
Uno de los aspectos que le han sido criticados a López Obrador en este afán, es no distinguir entre los ex funcionarios experimentados y honestos, que si lo hubo, y entre aquellos que llegaron a los cargos por influencias o cercanía con el partido en el poder.
Generalmente el Presidente califica en bloques y para él, todos los que trabajaron en los gobiernos emanados en el modelo neoliberal son corruptos y no tienen la mínima oportunidad de defenderse y mucho menos, de ocupar en los próximos años un cargo público.
La polarización política de los últimos años, hoy debe terminarse, la pandemia que enfrentamos puede lograr lo impensado: que las fuerzas políticas del país, se sienten a discutir y a elaborar un Programa emergente con el Poder ejecutivo para sacar adelante a la mayoría de las familias mexicanas, sin distinciones, ya que no vale más una familia por ser rica o por ser pobre, al final, todos somos mexicanos y todos hemos contribuido a crear este país y a amarlo por encima de cualquier situación.
Es la hora del Presidente y el momento en que puede convertirse en el mejor de la historia moderna de México, como un gran estadista conciliador, o ser el responsable de no haber sabido crear un Plan para enfrentar la peor recesión económica que le ha tocado enfrentar al país en los últimos años. Y no se trata de culpar al COVID 19 de lo que estamos viviendo, sino de pensar en las futuras generaciones que están siendo condenadas a la pobreza y desempleo.
*Director General del Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla.