Muy lamentable es la catástrofe ocurrida en Australia, donde casi 8 millones de hectáreas se incendiaron y más de 500 millones de animales se quemaron. Hablamos de una superficie afectada equivalente a 2.5 veces el tamaño del estado de Puebla.
Ya se habían presentado incendios de consideración en California, la Amazonia Brasileña, Portugal, Chile y Siberia. El calentamiento de la tierra y el cambio climático es una realidad inocultable.
Sin embargo, la Conferencia de las Partes (COP25) realizada en Madrid a finales de 2019 fue una decepción. En una colaboración previa ya había advertido de que esta COP sería más de lo mismo. No soy sabio ni adivino, pero a juzgar por los resultados de algunas en las que asistí, veo que no hay acuerdos y, los que se toman no se cumplen.
“Estoy decepcionado, la comunidad internacional perdió una oportunidad importante de estar a la altura de la emergencia climática” señalo Antonio Guterres, Secretario General de la Organización de las Unidas (ONU), según las agencias AFP y EFE, y publicado por El Sol de Puebla. A este ritmo la temperatura llegará a 4-5 °C a finales de este siglo, auguran los científicos.
El deterioro de los recursos naturales por el aumento de la población y sus necesidades básicas francamente inaceptable y es un gran riesgo para garantizar la viabilidad de las futuras generaciones. Los optimistas dicen que tenemos planeta para 2050, los pesimistas aseguran que no pasa del 2030.
En México y varias partes del Mundo, se han ido agotando las fuentes de agua dulce, desaparecieron manantiales, hay ríos que ya no llegan al mar, la pesca oceánica y continental se ha reducido, se pierden especies animales, bosques, suelo y se vierten sin rubor aguas residuales a cuerpos de agua y basura a barrancas y ríos.
A través de sequías, huracanes, incendios, nevadas, granizadas y otros fenómenos, la naturaleza nos da una lección y una llamada de atención severa para hacer conciencia y modificar radicalmente nuestra relación con los recursos naturales, revertir el deterioro y adoptar formas más racionales de aprovechamiento que permitan restablecer el equilibrio ecológico quebrantado de manera irresponsable.
¿Pero qué podemos hacer para pasar a la acción y no sólo quedarnos en críticas, lamentaciones, congresos, pláticas cafeteras o marchas?
Estas son algunas acciones pero, con la participación de todos en los diversos ámbitos de responsabilidad se podrán complementar.
1.- Educar a un nuevo ser humano. Que los niños eduquen a sus padres. Un ser humano que conozca y entienda mejor que debe cuidar el ambiente donde vive. Nuevos contenidos educativos donde se resalte el valor de cada persona y futuro ciudadano, con valores cívicos, éticos, morales y con gran respeto por los recursos naturales.
Italia ya empezó al hacer obligatorio enseñar cambio climático en las escuelas. La escuela es el espejo de la comunidad, tiene una gran tarea pendiente. Hacer caso a Pitágoras, “educa a los niños y no tendrás que castigar a los hombres”.
2.- Revalorar la creación de bancos de especies a través del almacenamiento de sus semillas como la despensa de cultivos del mundo de Svalbard, Noruega, o el Banco se semillas de maíz de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, en Saltillo, Coahuila.
Definición de áreas de conservación, más allá de la sola declaración legal o la buena intención. Se requiere invertir en su cuidado y en el fomento de acciones que permitan una vida digna a sus habitantes.
3.- Incorporar métodos sustentables en los procesos agroalimentarios como la agricultura de conservación en las zonas de temporal, con mínimo movimiento de tierras, tecnificación del riego agrícola que ahorre agua y métodos orgánicos que eliminen agroquímicos contaminantes.
4.- Introducir el concepto de manejo de cuencas, áreas comunes de escurrimiento del agua como eje de la administración pública, que hoy se rige sólo por comunidades, municipios y estados, dado que cada pueblo o asentamiento humano o cada territorio, pertenecen a una cuenca que en muchos casos es compartida. La administración de cuencas demanda una gran coordinación intermunicipal e interestatal que no siempre es fácil.
5.- Desarrollar una nueva cultura sobre aprovechamiento, manejo y cuidado de los recursos naturales. Cambiar los hábitos consumistas y cuestionarse sobre el destino de la basura doméstica, la basura industrial, las aguas residuales o los envases de los insumos utilizados en el sector agroalimentario. Combatir las malas prácticas agrícolas como la quema de cañaverales para la cosecha. Y, vigilar con mayor rigor los incendios asociados al pastoreo incontrolado en zonas forestales.
6.- Reducir el consumo de combustibles derivados del petróleo o el carbón mineral y dar paso a las energías limpias; solar, eólica, biocombustibles, geotérmica e hidráulica.
7.- Empezar a tomar acciones locales, demostrar la viabilidad de hacer las cosas bien para influir en acciones globales.
Es tiempo de pasar a la acción.
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UN NUEVO COMIENZO por ALBERTO JIMÉNEZ MERINO. Incendios en Australia, lección y llamada de atención al mundo.
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