No ha sido fácil el andar de Miguel Barbosa.
Ha tenido que batallar contra fuerzas internas morenistas que gustan de la traición, pero también contra la barbarie que practicó el gobierno de Rafael Moreno Valle, extendiéndose con Antonio Gali Fayad y Martha Erika Alonso Hidalgo, rompiendo la amenaza panista el destino que se tornó oscuro para los esposos aquel 24 de diciembre de 2018.
Barbosa, enfrenta a los vivos que se oponen a la transformación y a los fantasmas invocados por los espiritistas morenovallistas.
El ritmo de trabajo, su carácter y convicciones, marcan el sello de su administración; los expedientes negros se están abriendo; la limpia se tiene que hacer, no por venganza, sino por justicia y para que Puebla recobre el progreso y la tranquilidad.
Mire usted lo que se vivía en el Estado en plena efervescencia del poder del morenovallismo. En su momento lo escribí, costándome la persecución y hoy lo reitero:
Puebla, el cuarto Estado más importante de la República, navegaba en la zozobra, la pobreza y hambre extremas; entre la manipulación de la ley y las ambiciones aviesas del traicionero Gobernador surgido del Partido Acción Nacional, Rafael Moreno Valle Rosas, a quien le bastó un sexenio para ser considerado un peligro para la seguridad ciudadana, la estabilidad, y la certidumbre entre inversión nacional y extranjera. El Museo Internacional Barroco, la Estrella de Puebla, el teleférico, las ciclovías, la concesión del agua potable, la deuda estatal, los hoyos financieros, el crimen del niño Tlehuatle, son parte de la lista que representa a gran escala el vivo ejemplo del abuso, la corrupción e impunidad.
Hizo todo para extender su mandato a través de esposa.
¿Tenía permiso de la federación?
Así lo pregonaba.
El cacicazgo en el Estado resurgió; la guerra de castas renació.
Prevaleció la frivolidad en la realización de obras ostentosas por sobre las necesidades ingentes de la población; se enarboló la supremacía de una Constitución estatal por encima de la Carta Magna de 1917 con todo y sus enmiendas. La “Ley del Despojo”, que aprobó el Congreso local por iniciativa de Eukid Castañón, ordenada por Moreno Valle, fue un retroceso, una agresión burda a la propiedad privada y a la certeza patrimonial.
El lema del ex mandatario del PAN fue: “La tierra es de quien la expropia”, contrario totalmente al legado del Caudillo del Sur, Emiliano Zapata.
Nadie estaba a salvo en Puebla de ser despojado de sus bienes, pretextando que eran enajenaciones para beneficio común. Lo mismo le sucedía al inversionista nacional o extranjero. La ofensa fue para los más desprotegidos; no había poder humano que permitiera la reivindicación.
La JUSTICIA es un término cualitativo que se extravió en Puebla.
El empleo escaseó; hirientes fueron los despidos masivos; crecieron los hambrientos y desarrapados; revivieron los encarcelamientos políticos.
Imaginar a Moreno Valle otra vez como Gobernador con prestanombres fue su ilusa pretensión en la que gastó cantidades multimillonarias de dinero. Fue una pesadilla coronada con el fraude electoral en 2018. Nadie, con autoridad y buen juicio debió permitirlo y, sin embargo, se permitió sin importar que el final del camino fuera el mismo infierno.
Moreno Valle, Tony Gali, fueron símbolos de la perversidad, la mitomanía, la megalomanía y la tiranía; se transformaron en azotes de la conciencia colectiva.
Martha Erika, fue su víctima consciente.
¡Qué desgracia!
No obstante, el panismo morenovallista rendirá honores a los esposos Moreno Valle a un año de su fallecimiento, pero no por añorar su ausencia, sino porque el poder político y económico que les repartió a cambio de abyección, se fue con ellos.
Combatir esas inercias es complicado.
Miguel Barbosa, lleva apenas cuatro meses de gestión.
Con calma y nos amanecemos.
Limpiar el cochinero no es fácil, pero se puede hacer.