Promover la seguridad corporal desde los primeros años es esencial para el desarrollo emocional, la confianza en sí mismos y la construcción de vínculos saludables en la infancia, según un estudio reciente.
Fomentar la autonomía física en bebés y niños pequeños fortalece tanto la autorregulación como la empatía, lo que repercute positivamente en su bienestar futuro.
La inquietud social sobre la seguridad de niñas y niños pequeños en diferentes contextos, como el cuidado infantil, ha impulsado el interés de familias y cuidadores por herramientas que permitan acompañar a la infancia en la protección de su integridad física. Frente a ese desafío, surge la pregunta de cómo garantizar la protección de los más vulnerables incluso antes de que puedan hablar.
Según Danielle Arlanda Harris, profesora asociada en criminología y justicia penal de Griffith University, y autora de un análisis en The Conversation, existen estrategias prácticas que padres y cuidadores pueden aplicar desde el hogar para promover la autonomía corporal y la seguridad desde la primera infancia.
Las recientes preocupaciones en el ámbito del cuidado infantil que se registran en distintas partes del planeta han puesto de relieve la urgencia de abordar la educación temprana en seguridad corporal ya desde los primeros meses de vida.
Si bien es necesaria la transformación de los sistemas e instituciones, el entorno familiar cumple un papel central en la prevención y formación de hábitos saludables. Familias y cuidadores tienen la responsabilidad de enseñar a los niños y niñas que su cuerpo les pertenece y que pueden acudir a una persona de confianza si algo les produce incomodidad o preocupación. La dificultad se incrementa cuando se trata de bebés y niños que aún no han desarrollado el habla.
Desde la perspectiva de la psicología infantil, la teoría de Jean Piaget sostiene que los menores de dos años pueden comprender el lenguaje y comunicarse antes de hablar. Por ello, nunca es demasiado temprano para enseñar autonomía corporal, normalizar la seguridad y construir relaciones de confianza en el entorno familiar.
Como subraya The Conversation: “Nunca es demasiado temprano para enseñarles sobre la autonomía corporal, normalizar la seguridad y mostrar confiabilidad en las relaciones”.
Siete recomendaciones para la seguridad corporal infantil
Para responder a esta necesidad, hay siete recomendaciones concretas para padres y cuidadores:
1. Utilizar los términos anatómicos correctos: aunque resulte tentador emplear diminutivos o apodos, es fundamental nombrar las partes del cuerpo, incluidos los genitales, con sus nombres reales. Esto ayuda a eliminar la vergüenza, normaliza los límites corporales y permite que los niños puedan describir con claridad cualquier situación problemática en el futuro.
2. Narrar las acciones cotidianas: durante actividades como el cambio de pañal, se recomienda explicar cada paso con un lenguaje sencillo y directo. Por ejemplo: “Voy a levantarte ahora para cambiarte el pañal. Solo tocamos tu cuerpo para limpiarlo cuando es necesario”. Esta práctica ayuda a los niños a identificar lo que constituye un contacto normal y apropiado.
3. Enseñar el consentimiento desde el juego: se puede introducir el concepto de consentimiento a través de juegos como las cosquillas, preguntando: “¿Queres que te haga cosquillas?”, y observando sus respuestas, ya sea con gestos o palabras. Así, los niños aprenden a expresar su voluntad y a reconocer el significado de un “sí” o un “no”.
4. Respetar el lenguaje corporal de rechazo: incluso los más pequeños pueden mostrar, mediante gestos como apartarse, girar la cabeza o intentar bajarse de los brazos, que no desean ser tocados o sostenidos. Respetar estas señales refuerza su autonomía y les enseña que tienen control sobre su propio cuerpo. Frases como “¿Quieres que te baje? Tu cuerpo es tuyo” refuerzan este mensaje.
5. No forzar muestras de afecto: es común que familiares o amigos insistan en recibir abrazos o besos de los niños, especialmente en reuniones o visitas. Es recomendable evitar presionar a los pequeños para que den muestras de cariño si no lo desean, ya que esto les enseña a establecer límites y a tomar decisiones sobre su propio cuerpo.
6. Gestionar la resistencia en situaciones necesarias: cuando un niño se resiste a actividades como el baño o el cambio de pañal, es importante explicar con calma el motivo de la acción. Por ejemplo: “Necesitamos bañarnos para quitar la suciedad del parque”. Esta explicación contribuye a que comprendan la diferencia entre un contacto necesario y uno inapropiado.
7. Reconocer señales no verbales de malestar: los niños que aún no hablan pueden manifestar su incomodidad a través de cambios en el comportamiento, como rabietas frecuentes, retraimiento, dolor o enrojecimiento genital inexplicado, alteraciones en el apetito, regresión en el control de esfínteres o del sueño, miedo repentino a personas o lugares, y cambios bruscos de humor o personalidad. Identificar estas señales de alerta en niños pequeños puede advertir sobre posibles situaciones de abuso o malestar.
Consejos adicionales para padres y cuidadores
Además de estas recomendaciones, la especialista citada por The Conversation sugiere que los padres y cuidadores mantengan una comunicación abierta y constante con los niños, adaptando el lenguaje y las explicaciones a su nivel de desarrollo.
La clave está en crear un ambiente de confianza donde los pequeños se sientan seguros para expresar sus emociones y experiencias, incluso antes de dominar el lenguaje verbal.
Reconocer y responder a las señales tempranas de los niños no solo fortalece la relación entre padres e hijos, sino que también facilita la detección oportuna de situaciones de riesgo, contribuyendo a una protección más efectiva desde la primera infancia.
Con información de Infobae
