El Presidente Andrés Manuel López Obrador, es claridoso.
El Gobernador Miguel Barbosa Huerta, es claridoso.
La comunicación entre ambos es permanente.
Están pisando callos.
No gusta a sus detractores.
No les gusta que se hable de corrupción e impunidad.
No les gusta que se investiguen los negocios sucios.
No les gusta a los Alcaldes escuchar verdades.
No les gusta a algunos empresarios que se toquen sus intereses.
No le gusta al PAN ver que el poder político vuela lejos de su alcance.
Ni Andrés ni Miguel aceptarán acusaciones que buscan exhibirlos ante la opinión pública.
Con López Obrador, no habrá otro Ayotnizapa, no sólo por la desaparición horrorosa de estudiantes y la traición interna artera, sino porque el entonces Presidente Enrique Peña Nieto hizo suyo el problema y la culpa, destrozando su propia imagen, la investidura presidencial y pulverizando a su Partido el PRI, como ahora se pretende con Sinaloa como simil.
Ni tampoco la tragedia, donde murieron Rafael Moreno Valle y Martha Erika Alonso Hidalgo, será tema absorbido por Miguel Barbosa, nada más porque a los calenturientos se les ocurre señalar con un dedo de fuego que ya se les achicharró con la desaparición del jefe que armó su pandilla morenovallista y la pérdida de la elección constitucional que les dolió en el alma.
Cada embate tendrá respuesta enérgica.