Ciudad de México- A 30 años de que el FOBAPROA fue creado para luego convertirse en el IPAB, el debate actual no estriba en si era necesario el rescate de los pasivos de la banca, de ahorradores y deudores bancarios, sino la forma sucia y abusiva que se utilizó para que México se endeudara por tres generaciones, hacer más ricos a los ricos, más pobres a los pobres, generar una escandalosa crisis alimentaria, una devaluación del peso desastrosa, permitir la creación fantasma de cuentas bancarias y la compra de bancos entre los mismos banqueros con dinero de los ahorradores.
¿Por qué no se optó por la expropiación bancaria, que habría sido menos costosa y corrupta?
¿Con qué cara se exhibe Ernesto Zedillo Ponce de León para reclamar las decisiones políticas del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, cuando sus pecados siguen vigentes?
El FOBAPROA es la coronación de yerros de su administración que deben ser juzgados por las leyes mexicanas.
El mismo Zedillo prende la oportunidad de ser llevado ante los tribunales, exhibiéndose, además, como la CONCIENCIA OBSCENA DEL PRIAN; de los expresidentes Vicente Fox y Felipe Calderón Hinojosa; de mercenarios como Javier Lozano Alarcón, Azucena Uresti, Lilly Téllez que defiende actualmente al priista, olvidando que siendo conductora de televisión Azteca destrozó la decisión zedillista, al igual que Mario Di Constanzo, actualmente lacayo del mercader ignorante Carlos Alazraky, dueño de Atypical, cueva donde se acurrucan los reaccionarios.
Hasta el momento México ha pagado, nada más en intereses, 945 mil 895 millones de pesos; sin embargo, los expertos advierten que el desembolso real supera los 2 billones 30 mil millones, teniendo un saldo pendiente de 1 billón 159 mil 484 millones de pesos que corresponden al IPAB, organismo que heredó la administración del FOBAPROA.
Serán más de 3 billones los desembolsados por los mexicanos, mientras presumen sus fortunas algunos de los beneficiados como el deudor fiscal Ricardo Salinas Pliego, Claudio X. González, Carlos Hank Rhon, Armando Prida, Fernando Senderos, Jorge Lankenau, Carlos Cabal Peniche, dueño de Banca CREMI que se fusionó con Banca Unión, quien al ser encarcelado dijo que esta institución bancaria financió las campañas de Luis Donaldo Colosio, Ernesto Zedillo y Roberto Madrazo. La lista es larga y ya circula en redes sociales, así como la de diputados que aprobaron la iniciativa que se formuló en 1995, entre ellos Ignacio Mier Velazco, Óscar Aguilar, Cupertino Alejo, Jorge Estefan Chidiac, Tulio Hernández Gómez, Ángel Aceves Saucedo, Fidel Herrera Beltrán, Enoé González Cabrera, Enrique Jackson, entre muchos otros. Los últimos 5 ya fallecidos.
¿Si Ernesto Zedillo ya se había ido a radicar a New Haven, Connecticut en Estados Unidos, a qué regresó?
Tiene la nacionalidad norteamericana.
Es el otro “Maximiliano” Zedillo y su “Carlota” Nilda Patricia Velasco, quien es señalada de tener nexos con el narcotráfico cuando su esposo fue presidente de México.
No hacía falta su retorno; tiene servidumbre que asea su mansión de Jardines del Pedregal que todavía conserva.
Pero pudo más su ambición por adueñarse de la política de la nación, respondiendo al llamado desesperado del PRIAN huérfano de figuras con credibilidad y prestigio, invitándolo a liderarlos y enfrentar el avance implacable de Morena y la cuarta transformación.
Lo que no analizaron los conservadores es que, Zedillo, tiene la cola más larga y pesada que un brontosaurio; que se encontraría con una presidenta fuerte y decidida que cuenta con una alta aprobación y respaldo del pueblo. Nunca esperó la respuesta contundente de Claudia Sheinbaum ni ser exhibido como una escoria de la política y la impunidad.
De lo que sí se dieron cuenta es que no pueden seguir sosteniéndose en el detestable “Alito” Moreno o en el mentiroso Carlos Alazraki o en el bocón Javier Lozano o en la soberbia de Adela Micha o en “Lord Montajes” Loret de Mola o en el frustrado Roberto Madrazo y Latinus o en el canalla Ricardo Anaya o en la farsante Lilly Téllez o en la “fiscal” de pacotilla Azucena Uresti o en el chapucero “Teacher” López Doriga o en el delirante Pedro Ferriz de Con o en el dueño de la verdad fingida Ciro Gómez Leyva o en un largo etcétera que ve alejarse la cadena de privilegios e impunidad de que gozaron.
Émulos perfectos de un iluso cuarto poder.
Y Zedillo regresó olvidando que posee la cualidad del tonto de percibir los errores de los demás, olvidando los propios que son muchos, que han ofendido a la nación y la dignidad humana.
Le resta importancia al FOBAPROA; a la venta de ferrocarriles; al asesinato de Luis Donaldo Colosio que nunca se ha esclarecido, siendo él favorecido con la candidatura del finado, preámbulo de otro crimen, el de José Francisco Ruiz Massieu; a la devaluación del peso que hizo más pobres a los pobres; a la protección que dio a los empresarios y banqueros, deslizándoles información confidencial de la catástrofe económica que vendría; a la matanza de Acteal y Aguas Blancas; a la reactivación del enfrentamiento con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional; a la desaparición del Poder Judicial para conformar otro que le sirviera a sus intereses.
Remató queriendo trascender a la historia como el presidente demócrata que reconoció con prisa el triunfo del PAN y Vicente Fox en el año 2000, alentando la alternancia y agonía del PRI que le dio todo.
La inmoralidad de Ernesto Zedillo es de tal magnitud que, Carlos Salinas de Gortari lo culpa del famoso error de diciembre que propició la hecatombe económica que todavía sufre México.
El CONEVAL no se quedó atrás y con números fríos subraya que de 1994 a 1996 el porcentaje de personas en pobreza patrimonial creció del 52.4 por ciento al 69 por ciento de la población total. Casi 17 millones de personas perdieron su patrimonio en tan solo 2 años, mientras que la capacidad adquisitiva colapsó en los hogares de 16 millones; creció la pobreza alimentaria, es decir, no le alcanzaba a la gente ni para la canasta básica.
Los ricos siguieron siendo ricos.
Ernesto Zedillo, a la vez, fue cómplice de la “Ley Televisa” en 2006 y de la “Ley de Telecomunicaciones” en el gobierno de Enrique Peña Nieto, surgiendo el famoso “PACTO DEL SILENCIO” con Azteca del detestable Ricardo Salinas Pliego, que escondió el escándalo electoral y los yerros que vendrían.
Vimos en pantalla en red nacional a Carlos Loret de Mola y Sergio Sarmiento dar un discurso deplorable a favor de las televisoras y del gobierno panista que los enriqueció.
Calló Zedillo el que las telecomunicaciones dejaron de pertenecer al Estado Mexicano, pasando a manos de unos voraces comerciantes de la información y la publicidad.
No regresó de su autoexilio en Estados Unidos para gritar por todo lo alto los infaustos gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto; como tampoco volvió a asomarse Jaime Serra Puche, quien fuera su secretario de Hacienda y Crédito Público.