No es de ahora que el tema de la seguridad pública en el país sea una preocupación mayúscula de todos los mexicanos, recrudeciéndose desde 1994 con el asesinato de Colosio y Ruiz Massieu.
Vicente Fox Quezada, como Presidente de la República, fue frívolo, su mejor “cualidad”, centrando su prioridad en resolver en 15 minutos la lucha del Ejército Zapatista y “Marcos” en tierras chiapanecas, movimiento que continúa.
Divorció a los Poderes Ejecutivo y Legislativo.
Nunca pudo orquestar una estrategia para que fueran aprobadas la reforma energética ni la fiscal ni la indígena.
Desde el año 2000 se empezó a infestar de corrupción la Procuraduría General de la República; se preocupó por su programa de radio desde donde daba consejos y resolvía problemas.
El empresario refresquero confió en que su popularidad de “Hoy, hoy…” y “sí se pudo, sí se pudo”, era suficiente para volver a México al paraíso y terminar imponiendo como relevo a su esposa Martha Sahagún.
Fue el primero en declarar una guerra vacilante al crimen organizado, que después hizo efectiva Felipe Calderón Hinojosa.
Siempre estuvo en campaña, no gobernó; fue mediocre; su popularidad que le llevó a la cima decayó. Ahora, impulsa la legalización de la mariguana y la cultiva en su rancho San Cristóbal. No sé si la consuma, pero pareciera por los efectos reflejados en su comportamiento.
Elogió en 2012 al PRI y al Presidente Enrique Peña Nieto, siendo su coordinador de campaña no oficial. Y, por si fuera poco, es el momento en que propone un frente nacional contra Andrés Manuel López Obrador, lo insulta y enloda la investidura presidencial. Lo quiere fuera del Palacio Nacional, acudiendo al PAN, que él mismo desdibujó renunciando a sus filas, para que se alíe con el PRI y den la batalla contra la Cuarta Transformación.
Creo que le dolió a Fox el retiro de la pensión presidencial y su fracaso estrepitoso como Jefe de la Nación.