Corrupción, según los diccionarios, es sinónimo de putrefacción. Así es que lo mismo podemos llamar a quienes cometen actos inmorales, ilegales o en general condenables por las buenas costumbres, putrefactos y, por extensión de idea, podridos.
La corrupción administrativa, la que se comete en el seno de la administración pública en todo el mundo, es una de las más dañinas para el progreso de las naciones y de sus habitantes porque sustrae sumas estratosféricas, dado que son los gobiernos los que manejan en cualquier nación del mundo, las mayores sumas dinerarias.
El daño causado por ese tipo de corrupción, la administrativa, es inconmensurable. Quienes ocupan puestos públicos, lo mismo de alta responsabilidad o de baja categoría, se llevan “pro domo suá” (para su causa) dinero que debiera de servir para construir y sostener centros de alfabetización, escuelas, universidades, fuentes de trabajo, hospitales y clínicas, todo lo cual contribuye al desarrollo de las naciones.
El dinero sustraído por quienes debieran ser servidores y no saqueadores públicos es muchísimo en su conjunto. Uno de los candidatos a la presidencia de México, Andrés Manuel López Obrador, estima que los putrefactos se llevan a sus casas alrededor de 500 mil millones de pesos anualmente.
Esto explica, en parte, el retraso en que se encuentra esta nación, cuyos habitantes viven, en mayoría, en la pobreza. Bastaría con hacer una estimación de lo saqueado por los putrefactos a lo largo de los últimos 50 años, los del “desgarriate desestabilizador” para explicarnos el atraso de esta nación. Un promedio de 50 mil millones al año desviados por la corrupción, daría un total de 2 BILLONES y medio de pesos.
¿Podría imaginarse alguien lo que hubiera podido lograrse en ese Medio siglo con una suma tan crecida como esta?.
Ha llegado el momento de poner un freno a la corrupción administrativa mexicana para que el país pueda, en pocos años, salir de su atraso y su pobreza. ¿Pero, cómo puede alcanzarse esa meta tan ambiciosa, sabiendo que la corrupción está en todas partes y que se considera invencible?. ¿De dónde se podrá sacar a un ejército de hombres honrados, enérgicos y decididos a acabar, en la medida de lo posible, con el saqueo administrativo oficial?.
Ahí está “el quid”. Va a ser muy difícil que aparezcan, como por ensalmo, poderosos “caballeros águila” que se enfrenten tanto a la corrupción como a los corruptos en el próximo sexenio. Por desgracia, ese tipo de hombres y mujeres honrados hasta la exageración, que se encarguen de vigilar, investigar, señalar, a los putrefactos y buscar su consignación, su condena y su castigo, comenzando por arrebatarles todo el dinero mal habido que se les encuentre?.
Deberán contar con nuevos instrumentos jurídicos que sustituyan a todos los actuales, que no han servido para nada. En vez de muchas dependencias oficiales, comisiones, institutos, auditoría superior de la federación, un solo organismo que tenga facultades ampliara para proceder contra los pillos que no se conforman con su excelente sueldo sino que buscan ingresos por cientos o miles de veces más.
Las cargas de no antecedentes penales, las declaraciones patrimoniales, la denuncia popular contra los que se enriquecen de la noche a la mañana al abusar de su cargo público, así leyes claras y precisas que impidan a los bribones salvarse de la cárcel y de la confiscación de sus mal habidos bienes.
México podrá pagar su inmensa deuda pública e iniciar una nueva etapa de verdadera disciplina administrativa, sin gastar un solo centavo por encima de los ingresos y aplicar los fondos para tareas del desarrollo nacional si encuentra una verdadera solución para tareas del desarrollo nacional. Por el bien de todos los mexicanos, que se tienen que marchar de braceros, recibiendo los peores tratos y humillaciones en el extranjero, para subsistir. Muy pronto llegaremos a saber si nos espera un cambio urgente o si seguimos con más de lo mismo, hasta que el cuerpo aguante.