La educación emocional ayuda a vivir vidas más plenas y los hombres no son ajenos a este derecho.
Hablar de educación emocional debería ser mucho más normal de lo que es en realidad. De hecho, pocas veces escuchamos este término y mucho menos en un contexto formativo, como lo es la escuela.
Las razones por las cuales no se habla de educación emocional son múltiples, pero en parte es probable que se relacione con la falsa creencia de que no es necesario hablar sobre los temas que competen a las emociones, la comunicación y los vínculos asertivos entre la gente, mucho menos cuando las personas ya son adultas y menos aún cuando se trata de hombres. Después de todo, incluso llegamos a pensar cosas como que los hombres adultos ya no deben ir a terapia. Sin embargo, esta es una falsa concepción sobre el género que causa muchos daños en la sociedad. Y es que no se puede asumir que un hombre no tiene la misma necesidad de expresarse y conocerse mejor que tiene cualquier otra persona solo por haber nacido y crecido bajo cierta conceptualización y limitación que su género le ha impuesto.
Nos referimos desde el popular y cada vez menos aceptado “los hombres no lloran”, hasta cuestiones más profundas y complejas, como la falta de espacios entre hombres para compartir pensamientos íntimos, miedos y dudas o para pedir límites en sus relaciones personales sin que sea mal visto, herencias de un sistema de creencias que afecta tanto a hombres como mujeres por no permitir la libertad de expresión y de vinculación sin importar el género de las personas.
Como balance a tantos años de formación en los que no nos acompañan en el procesamiento de nuestras experiencias y sentimientos, existe la educación emocional, una teoría que propone que las emociones también se educan y que no deben tratarse como algo irracional de lo que no se puede hablar o de lo que no se puede teorizar al respecto.
¿Qué es la educación emocional?
Para la teoría de la educación emocional, todas las personas, sin distinción de género, merecemos contar con herramientas para comprender y procesar las emociones que sentimos en la vida como consecuencia de las diversas experiencias que enfrentamos. Esto se puede lograr mediante la capacidad de aprender a partir de las propias vivencias y de compartir esto con otras personas. Por ejemplo, que las generaciones mayores pasen sus conocimientos de educación emocional a las nuevas generaciones. El problema es que en muchos casos, ni siquiera los mayores tienen la oportunidad de conocerse a sí mismos lo suficiente como para educar a otros en formas de hacerlo.
¿Cómo obtener educación emocional?
Por eso, el primer paso para fomentar una mejor educación emocional es el permitir que la introspección sea cotidiana, dando espacio a la gente para conocerse a sí misma, para aprender a estar sola y para normalizar la confrontación de las emociones, algo que sin duda es cada vez más complicado, con la evasión que ofrecen las redes sociales y la hipercomunicación actual. Por eso, es recomendable que todos se den al menos un momento al día para sentir su cuerpo, reconocer sus pensamientos y sentimientos y aprender a manejarlos de forma asertiva, por ejemplo, mediante breves meditaciones.
También se recomienda que las personas aprendan a reconocer sus emociones tal cual se sienten en un primer momento y que poco a poco comprendan la forma en que reaccionan a estas, para distinguir entre lo que es el impulso emocional y la acción consciente.
Por otro lado, para obtener educación emocional también es recomendable aprender a relacionarse con las personas desde la empatía y la comprensión, pues así podremos aprender mediante el ejemplo de otros y aceptar que las emociones tienen distintas formas de manifestarse, pero que dentro de ellas, no existen las correctas o las incorrectas, simplemente que cada quien decide qué forma de reaccionar a lo que sentimos es mejor para convivir en plenitud. Lo ideal en este sentido es evitar los prejuicios y buscar aprender de todo lo que nos rodea, para adquirir sabiduría en el ejemplo de los demás, incluso en las relaciones más retadoras.