Por: Alberto Jiménez Merino
Desde 1979, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), estableció el 16 de octubre como “Día Mundial de la Alimentación” con el propósito de hacer conciencia sobre el problema alimentario y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza. Este año el lema es “No dejar a nadie atrás”.
El año pasado, alrededor de 193 millones de personas experimentaron un alto grado de inseguridad alimentaria aguda, que necesitaba asistencia humanitaria para sobrevivir, mientras que, más de 500 mil se enfrentaron a condiciones catastróficas, lo que significa inanición y muerte.
Este año, el 2022, nos encuentra con una pandemia en curso, conflictos sociales, calentamiento del clima, subida de precios, desigualdades y tensiones internacionales que afectan la seguridad alimentaria mundial, de acuerdo con la FAO.
Según la misma fuente, más de 820 millones de personas padecen hambre, pero un número mayor tiene problemas de sobrepeso y obesidad. La crisis económica, derivada en un alto grado de la pandemia, ha disparado las cifras de hambruna como no había ocurrido en los últimos 10 años.
Y, como cada año, alrededor de este día, volveremos a ver en México una gran cantidad de eventos y escuchar múltiples discursos relacionados con la alimentación, la desnutrición, el COVID, la guerra de Rusia contra Ucrania, la sequía, el cambio climático, el hambre y la migración. Se recordarán promesas de campaña, se reclamarán incumplimientos, se replantearán compromisos de cara a los próximos procesos electorales, pero habrá pocas acciones reales de atención a la alimentación de los mexicanos.
El Día Mundial de la Alimentación 2022 nos encuentra con importantes efectos de una sequía que ya lleva 4 años, siendo muy crítica a principios del presente ya que hubo gran escasez de agua en el centro-norte del país en donde muchas presas llegaron a niveles menores al 10 por ciento de su capacidad.
Lo anterior llevó a la disminución de siembras y a la pérdida de ganado. Se estima que se dejaron de sembrar un millón de hectáreas de maíz y frijol, pero también hubo importantes reducciones de los rendimientos, lo que ha ocasionado un aumento en las importaciones de maíz llegando cerca del 48 por ciento de las necesidades, principalmente para uso pecuario.
Asimismo, los precios de los alimentos se dispararon y la inflación anualizada ha superado más del 8 por ciento. La tortilla, actualmente, está por arriba de los 20 pesos el kilogramo, y el bolillo entre 3 y 5 pesos por el alza en el trigo.
La migración de mexicanos hacia Estados Unidos se estima como la más alta de todos los años a juzgar por las detenciones en la frontera, la cual se calcula que sumará cerca de 900 mil al finalizar el año.
Lamentablemente, la concientización buscada por la FAO año con año, no logra su objetivo debido a la ausencia de políticas nacionales y atención de prioridades ajenas a las necesidades sociales. Antonio Gutérres, presidente de la ONU, ha advertido de la imposibilidad del cumplimiento de los 17 objetivos de desarrollo sustentable para el año 2030.
Los sistemas alimentarios en países como México están urgidos de políticas, presupuestos y apoyos. Ha faltado atención integral a este y a muchos problemas nacionales, estatales y municipales. Se abandonó la planeación nacional. Hoy tenemos tantos problemas que no sabemos por dónde empezar.
Y, mientras no identifiquemos seriamente los problemas, definamos las acciones de solución, delimitemos responsabilidades, cuantifiquemos las necesidades totales de recursos, y establezcamos plazos y etapas de atención a la problemática, nos vamos a seguir hundiendo.
Se requiere de estrategias de apoyo a la Agricultura Familiar a través de sistemas productivos como la milpa mexicana, que por siglos ha mostrado las bondades de la asociación de los cultivos básicos en la alimentación de los mexicanos por su capacidad de adaptación ante las condiciones climáticas. Tan solo con el apoyo de semillas de calidad y asesoría técnica, se lograrían grandes impactos productivos. En Yeloixtlahuaca, Puebla, Leonel Barragán Reyes ha demostrado como la milpa, maíz-frijol–calabaza, duplica los ingresos por hectárea.
Necesitamos promover la adopción de la Agricultura de Conservación, menor movimiento de tierras y más prácticas agroecológicas. Esta es hasta ahora una de las mejores estrategias para elevar la productividad en zonas de temporal. Experiencias de la Mixteca poblana han demostrado que los rendimientos de sorgo pasaron de 4 a 9 toneladas en tan solo 10 años.
Faltan políticas y apoyos para Tecnificar la Ganadería y resolver el problema de la falta de alimento durante la época seca, mejores praderas y pastizales, mejoramiento genético, y la conjunción de volúmenes calendarizados para el mercado.
Rescatar la pesca ribereña de ríos y mares, impulsar la acuacultura, fortalecer la sanidad y la inocuidad agroalimentaria, apoyar la agricultura protegida y, principalmente, identificar, integrar y desarrollar las cadenas productivas agroalimentarias regionales.
Ya lo hemos hecho y demostrado, seguimos trabajando, y por eso hablamos y opinamos. Solo buscamos aportar al desarrollo Alimentario.
Sin esto, todo lo demás, no pasará de ser buenos discursos, grandes deseo y nuevas promesas.