Por: Sofía Paz
(Diario ABC Puebla)
El pasado sábado se cumplieron 107 años de la muerte de Porfirio Díaz Mori (2 de julio de 1915 en París, Francia), nadie se atrevió a mencionarlo. Quizá sus nietos y tataranietos, algunos de ellos metidos como actores de cine y televisión y otros profesionistas, lo hicieron muy en privado sin aspavientos.
Los que escriben la historia lo condenaron al destierro irreversible, al menos así parece hasta el momento. Sus restos yacerán inamovibles en su modesta cripta del cementerio de Montparnasse, mientras que las buenas conciencias no acierten a realizar un justo análisis de su obra y gobierno, que si bien fue marcado por la desigualdad que se ha multiplicado en México hasta el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, tuvo enormes logros en la prevalencia de paz y progreso.
Incluso, su renuncia obligada a la Presidencia de la República en 1911, un año después de haber ganado nuevamente la elección, fue para evitar el brote de la Revolución Mexicana en toda su magnitud que ya nadie pudo impedir, iniciando una guerra civil que terminó prácticamente hasta 1934, con la llegada de Lázaro Cárdenas del Río y el exilio de Plutarco Elías Calles.
Ni Antonio López de Santa Anna fue tan aborrecido ni Iturbide ni Maximiliano de Habsburgo.
Vean lo que hizo en 30 años como Presidente: México, contaba con 66 kilómetros de vías férreas y al dejar el poder, la red era de 19 mil 528 kilómetros, que representan el 80 por ciento de la longitud total actualmente, utilizada principalmente, en la necesidad de exportar o movilizar el mercado interno de productos agrícolas.
La industrialización creció marcadamente.
La red telegráfica pasó de mil kilómetros a más de 40 mil de longitud. En 1878 se realizaron las primeras llamadas telefónicas. Se hicieron contratos en 1903 a compañías que hoy se traducen en Teléfonos de México (TELMEX, duplicándose el sistema telefónico.
En 1878 se instaló la primera línea telefónica privada entre el Palacio Nacional y el Castillo de Chapultepec, siendo Díaz el que realizó la primera llamada.
Construyó el Palacio Legislativo, encargando la obra a Arquitectos franceses e italianos; el Palacio de Bellas Artes, antes Teatro Nacional; el Palacio de Correos con un arte y estilo nuevos. Aunque no tuvo la oportunidad de ver terminados sus proyectos.
El Ángel de la Independencia, otra obra suya que luce orgullosa, fue inaugurado en 1910, con motivo del centenario de la Independencia de México, También mandó a construir las colonias Roma y Condesa.
Ordenó el decreto para la creación de la Universidad Nacional Autónoma de México. La propuesta fue presentada en abril de 1910 por Justo Sierra, siendo hasta 1929 cuando la UNAM alcanzó la autonomía. Igualmente, el 22 de septiembre de 1910, inauguró la Universidad en el anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria.
Acrecentó la industria cervecera; construyó múltiples edificios con arquitectura francesa en Puebla, México, Veracruz; fue leal a Benito Juárez; fue el héroe de la batalla del 2 de abril que significó la expulsión definitiva del ejército francés y el fusilamiento de Miguel Miramón, Tomás Mejía y Maximiliano.
Hay indicios de que tuvo que ver en la edificación del Hotel Genneve, entre la Zona Rosa y la avenida Reforma, donde en la actualidad se conserva la suite presidencial, teléfonos, fotografías y baños que ocupó durante mucho tiempo.
Vivió en el Castillo de Chapultepec y despachó en Palacio Nacional.
Fue leal a Benito Juárez, teniendo diferencias cuando el Benemérito quiso alargar su mandato, pues ya llevaba 15 años de Presidente en otras circunstancias, aunque Díaz después duplicó el período de su paisano.
Murió recordando a su mamá y Oaxaca, pronunciando como última palabra: ¡México!, pues siempre la preocupó lo que se vivió con la Revolución, calificando de traidor a la patria y a su juramento militar a la hiena Victoriano Huerta. “Es un hombre sin honor”, diría.
Usted juzgue.